Capitulo único

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Lo vi caminar hacia mi aquella mañana, con el ceño fruncido como todos los días, vistiendo elegantemente su uniforme, tan pulcro y organizado como siempre. 
Me encontraba como idiota observando su pequeña figura, divagando entre su esbelta cintura y finas extremidades, sin poder quitarle un ojo de encima, cuestionándome a mi mismo sobre como aquel ser de apariencia tan frágil podía emanar semejante fuerza de su interior. Ser osado, valiente, temerario y sagaz; ser capaz de llevar el peso de la humanidad sobre sus diminutos hombros y aun así no desfallecer, caer o quebrarse. 

Oh eso fue lo que podía apenas apreciar desde mi errada perspectiva, pues lo que mis incrédulos ojos contemplaban, me había dejado sin palabra alguna, ya que, aquel al que creía el hombre mas fuerte de la humanidad, por ese momento parecía desmoronarse frente a mi, como un gran muro lleno de hoyos a causa de la guerra.
Allí, en el sepulcral silencio de la enorme biblioteca, repentinamente caminó hacia mi dirección, pensé por un momento que recibiría alguna reprimenda de su parte, pero aquello que esperaba jamás llego, en su lugar un par de suaves susurro hicieron helar mi sangre y detener mi corazón en seco, incluso, puedo asegurar que por un momento no fui capaz de respirar, pues con la mayor simpleza posible, se ubicó frente a mi y levanto su pequeño rostro.

A penas, el corto flequillo sobre su frente cubría sus cristalinos y finos ojos, estos, semejantes a una fría y oscura noche de lluvia, pues pequeñas lagrimas amenazaban con salir. Divagué por un momento en su mirada, siendo incapaz de reaccionar a sus movimientos, que parecían insistir en un lento y pensativo caminar que termino por acortar la ya escasa distancia que nos separaba. Mordió con nerviosismo sus finos labios y acercándose aun más, si es que eso era posible, posó sus manos sobre mi pecho, con tal sutileza que acemejaban una caricia.

Si digo que me tomó por sorpresa, me quedaría corto y al no saber como reaccionar, seguir lo que por instinto me dictaba mi cuerpo, le sostuve suavemente entre mis brazos observando mas que aludido, idiotizado aquella que era para mi tan extraña expresión. Su cuerpo pequeño y tibio temblaba contra el mio, permitiéndome sentir el acelerado palpitar de su corazón; sus mejillas rosadas semejantes a una flor en el rocío matutino, pues grandes eh incontrolables lagrimas las cubrían y estas no cesaban de fluir. Perplejo ante tal situación apenas logré con temor a ser aniquilado, deslizar de apoco mis manos hasta colocarlas al rededor de su diminuta cintura, percibiendo su cuerpo acercarse incluso un poco mas, no podía hacer otra cosa que acurrucarlo junto a mi pecho y escucharle llamarme tan insistentemente, lo cual hacia de mis sentidos un verdadero desastre. Escuchar mi nombre entre sus tembloroso labios, con aquel sutil hilo de voz, daba la impresión de ser como el suave canto de una triste y asusta sirena, la cual parecía estar atrapada en una red.
Suplicante, repetía mi nombre cada vez mas lento y suave, al ritmo de sus sollozos, martirizando mi cordura con aquella voz irreconocible, invitándome a sacarlo de aquel sufrimiento del cual yo era ajeno. Liberarlo del triste encierro parecía ser una misión solo para mi, algo que nadie mas excepto yo podría hacer por él, pues habría podido recurrir a cualquier otra persona, pero no, él simple mente vino a mi, como las mariposas vuelan tras la luz y yo debía tomar esa responsabilidad y convertirme en aquella luz que él necesitaba.

Quise cuestionarlo al verlo deshecho y atemorizado, pero sentirlo refugiarse tan ansiosamente entre mis brazos, buscando con vehemencia el calor de mi cuerpo, me hizo comprender que el preguntar lo ovbio estaría de más, sabiendo a la perfeccion lo que aquellas temblorosas manos aferrándose a mi pecho deseaban expresar con desespero, simplemente anhelaba estar así un poco más, entre mis brazos, bajo mi protección, sin temor a la muerte, al caos, al desastre de las batallas... dejando de lado esa fachada de hombre invencible, sacando aquella mascara de hostilidad que el sufrimiento le había obligado a ponerse durante tanto tiempo, solo desvaneciéndose en mis brazos, permitiéndome tocar su grandeza, su pureza, aquella celosamente guardada por tantos años.

El tiempo pareció efímero y lo que fueron cuarenta minutos, quedaron reducidos a nada. Le sostuve en silencio, simplemente dedicándome a palpar el momento, a escucharle llorar entre mis brazos, dándome uno que otro débil golpecito en el pecho, sabía bien de donde provenía toda aquella frustración eh impotencia, aquel llanto inconsolable, aquella tristeza reprimida, producto de ver a tantos compañeros marcharse frente a sus ojos, a causa de las sangrientas batallas. Podía sentir mi camisa humedecerse, parecía no cesar, pero de un momento a otro el silencio regreso y con el la suave brisa que se colaba entre las largas cortinas.
''Un poco mas por favor'' escuche al cabo de unos minutos, apenas asentí, era yo quien quería en ese momento que el tiempo fuese eterno, pues sentirle entre mis brazos había sido algo inexplicable, era como sostener algo muy frágil y valioso, pero como todo en la vida tiene un final. Percibí su pequeño cuerpo alejarse con lentitud, disculpándose con suaves y apenas audibles palabra por el desastre que había hecho en mi camisa ahora mojada. Negué con mi cabeza, el no tenía por que disculparse, sino yo, que no supo como reaccionar correctamente. Busque curioso sus ojos sin encontrarle, pues sus finas manos le cubrían el rostro, sabía, cuan avergonzado debía sentirse al derramar sus mas puros sentimiento delante del cadete mas loco del escuadron y aun así me tome la libertad, en algo muy parecido a un intento suicida, de tomarlo del brazo y con mis manos elevar un poco su rostro... y ahí estaban sus ojos grises, observando sorprendidos mi determinación. Nuestras miradas chocaron inevitablemente y en algo que pareció apenas un suspiro, le tome de la mejilla y con una sonrisa en mis labios expresé ''capitán, usted es el hombre mas fuerte de la humanidad, soy yo quien debe disculparse, mi vida y la de muchos recaen sobre sus hombros, pero ahora usted esta agotado... por favor descanse correctamente'' nunca pensé que un par de palabras desatarían un nuevo torrente de lagrimas y gemidos ahogados que fueron a parar a mi hombro. Acaricié sus cabellos tan oscuros y suaves, una y otra vez, simplemente no podía detenerme. Por un momento le tome del rostro aun negándose a mostrarme su expresión y una vez mas articule, ante aquellas mejillas decoradas de carmín ''fuera de estos muros cuide de mi por favor, porque aquí dentro de ellos seré yo quien cuide de usted'' y sonreí una vez mas acariciando su rostro, él simplemente serró sus ojos suspirando de a poco... verle así, debía ser un truco, un sueño, una engañosa quimera y con ese pensamiento de incredulidad en mi mente, le besé y aquello fue mas audaz que enfrentar a los titanes, era como tener el cuello al filo de la navaja, pero sin ser lastimado ''es solo el sueño de un adolescente'' pensé en ese instante que parecía tan irreal como la paz fuera de los muros, pero no, allí estaba el, con sus brazos al rededor de mi cuello dejando caer sus cuarenta y cinco kilos cuando mucho sobre mi pecho, lo cual parecía no solo cautivarme a mi, pues a mis oídos llegaban aquellos suaves suspiros como en una bella tonada... lo escuche como hechizado sin poder detener mi juvenil corazón.

Colocó su pureza entre mis manos y sin pensarlo la guarde egoistamente para mi solo, la seduje y aprisioné, pero también la conforte y libere del dolor. Lo tomé como mio para protegerlo y él sin titubear se lanzo a mis brazos, escuchar entre suspiros inentendibles mi nombre fue todo una locura, haberme reflejado en sus brillantes ojos casi fue un regalo, pero saberme el dueño de su corazón se asemejó a morir dulcemente.

Hasta el sol de hoy no eh sido capaz de preguntarle sobre el motivo de su llanto y puede que nunca lo haga, en el fondo se la respuesta, pues cuando sus lagrimas yacen frente a mi, él oculta su rostro en mi pecho y con su suave voz, aquella que nadie conoce mas que yo, ruega por un poco mas de tiempo bajo mis cuidados, pues soy el único al que ha permitido ver los puntos débiles de su bien edificada fortaleza, siendo yo quien entre mimos y dulces palabras, termino por derribarla, para luego rehacerla nuevamente con mis labios sobre los suyos tan dulces y demandantes, tan suplicantes... sacando por un par de minutos el peso que recae sobre sus pequeños hombros, llevándolo entonces sobre mi espalda, para que sea el quien pueda por fin descansar y así verlo dar lo mejor de sí como cada día.

Ahora sé bien que el precio a pagar por ver en alto el rosto del hombre mas fuerte de la humanidad es, secar sus lagrimas en la oscuridad de la noche, cuando todos duermen apaciblemente pues se sienten a salvo, sin imaginarse que aquel quien los protege día a día, solo puede conciliar su sueño al refugiarse entre mis brazos, al percibir el calor de mi cuerpo, de mis besos, de mis manos sobre su piel, al saberse protegido por este cadete suicida que solo ah tenido el privilegio de sentirle como nadie mas en el mundo lo ah hecho, tocar su espíritu como jamas nadie lo hará. Escuchar su llanto que es capaz de derrumbar el alma, es mucho que pagar, pero vale la pena pues al despertar recibo mucho mas de regreso, ya que la bella sonrisa del capitán es egoistamente solo mía.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2018 ⏰

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El hombre más fuerte de la humanidad (ereri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora