Capítulo 9: "El Baile de la Langosta"

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Lo contemplé asombrado, como sus lágrimas descendían por sus mejillas y la Falsa Tortuga se las limpiaba con el dorso de su mano. Volvió a mirarme, con aquella expresión de tristeza y sin dejar de sollozar. Se veía bastante afligido y no pude evitar querer abrazarlo para darle consuelo.


-Tranquilo, alegra esa cara.-dije dándole un tímido abrazo.-Ya verás cómo pronto regresará, sino seguro que algún día encontrarás a alguien que quieras todavía más.


-Tú has leído demasiadas historias de amor.-intervino el Grifo.


-¿Es que tú nunca te has enamorado?-dijo la Tortuga recobrando la compostura para hablar.


-Por supuesto que no.-respondió el Grifo con indiferencia.-Eso del amor y el romanticismo es para los tontos y débiles que no pueden vivir sin depender do otra persona, así como el débil se une al fuerte para obtener la supervivencia.


-Desde luego que no.-dije con el ceño fruncido-Tú no sabes nada acerca del amor ni de lo que se sufre al estar enamorado.


-¿Y tú sí?


-Y-Yo...


-Como yo decía.


Molesto por el comentario del Grifo y apenado por los sentimientos de la Falsa Tortuga, me senté y permanecimos en un fatídico silencio durante largos minutos. Una vez que la Falsa Tortuga se hubo calmado, me compadecí de él y le di un delicado beso en la mejilla. Abrió sus ojos sorprendido y me pidió con cierta timidez que le diera otro, sin embargo, esta vez él fue quien decidió cambiar su mejilla por sus labios, besando así los míos en un dulce y húmedo contacto.


El Grifo nos miró con cierta envidia y se unió a nosotros, turnándose con la Tortuga para besar mis labios. Los lamían, los chupaban y los mordían hasta dejármelos bastante más hinchados y sensibles. El Grifo comenzó a introducir su mano por debajo de mi camiseta pero se detuvo rápidamente y se disculpó avergonzado.


-Acabo de recordar que la Langosta celebra un baile en su casa.-dijo de repente, llamando nuestra atención y haciendo que la Tortuga se detuviera.-Vive cerca de aquí, podríamos ir a divertirnos.


La Falsa Tortuga se animó al oír aquello y decidimos acudir a ese "baile" en casa de la Langosta. Caminamos por la orilla durante un largo trecho cuando vimos a lo lejos una bonita casa de madera en la playa. Al acercarnos más pudimos oír música proveniente de ésta además de varias voces que formaban ruido en su interior, desde fuera se veían algunas luces de colores que cambiaban a diferentes intervalos.


Al entrar vi multitud de seres en la fiesta, todos bailando animadamente.


-Mirad, allí está la Langosta.-señaló la Falsa Tortuga a un grupo de personas.


Aquel grupo estaba reunido alrededor de algo o alguien de tal forma que era casi imposible verlo, así que nos acercamos y tuvimos que avanzar entre los presentes hasta llegar a la primera fila donde nos encontramos con la Langosta en el centro.


-¡Grifo! ¡Falsa Tortuga! ¡Cómo me alegra que hayáis podido venir a mi baile!-dijo con una gran sonrisa de felicidad.


La Langosta era un joven más alto y mayor que yo, de cabello pelirrojo y con algunas mechas azules, sus ojos también eran del mismo color que sus mechas y su piel pálida con algunas pecas en su nariz que le daban un toque atractivo. Vestía con una camiseta blanca y, pantalones y chaqueta roja.


-¿Quién es ese chico que os acompaña?-preguntó mirándome con bastante interés.


-Es Allen,-dijo el Grifo.-el Rey me mandó traerlo para que conociera a la Tortuga y, decidimos venir a tu baile.


-Encantado, soy la Langosta.-dijo tendiéndome su mano.-Espero que te diviertas.


-Es un placer.-respondí con cierto nerviosismo.


El resto de la velada estuvimos sentados en el exterior, hablando tranquilamente sobre temas meramente banales. Solo al final, ambos me preguntaron acerca de cómo había llegado hasta aquí y empecé a contarles con pelos y señales todo lo sucedido desde mi caída hasta el momento en el que nos encontrábamos. Cuando terminé, la Langosta nos interrumpió y me pidió hablar conmigo a solas.


-¿Sucede algo malo, Langosta?-pregunté confundido.


-Sé que acabamos de conocernos pero me gustaría que te quedases a vivir aquí conmigo.


-¿Perdona?-dije ante la inesperada propuesta.


-Podríamos vivir con Grifo y Tortuga, los cuatro seríamos muy felices aquí. Podríamos divertirnos y celebrar muchas fiestas, ¿qué me dices?


-No sé...en realidad yo quisiera poder volver a mi casa...-la Langosta me cogió de la mano.


-¿Me darías al menos esta noche de diversión?-preguntó con una seductora sonrisa en sus labios.


No respondí, sin embargo, cuando quise darme cuenta, tanto el Grifo como la Tortuga y la Langosta estaban dedicándose a recorrer mi cuerpo con sus manos. La sensación era excitante y abrumadora, sentía miles de corrientes eléctricas recorriendo mi cuerpo.


-Vaya, vaya, vaya...Mira lo que tenemos aquí.-susurró la Langosta con su voz seductora.-Parece que tu cuerpo también quiere divertirse un poco.


-N-No...p-parad...-dije entre gemidos.


En ese momento, la Langosta me agarró del brazo y tiró de mí hasta colocarme sobre su regazo. Empezó a masajear mi trasero mientras rozaba suavemente su erección con la mía, provocándome más y más gemidos. De un momento a otro, introdujo un dedo en mi entrada y comenzó a moverlo simulando el vaivén de su miembro.


Mi mente se volvía cada vez más loca, la sensación de placer se estaba apoderando de mí hasta tal punto que casi era incontrolable. Entonces, el Grifo me apartó de la Langosta, que había aprovechado para empezar a besarme, y me dijo que debíamos irnos.


-¿Qué ocurre?-pregunté sorprendido.


-Tenemos que irnos, va a empezar el juicio.


-¿Qué juicio?


-El tuyo.-dijo preocupado.


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