Capítulo 10: "El juicio de Allen"

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Corrimos a toda prisa hasta llegar nuevamente al castillo. Una vez allí nos recibieron un pequeño grupo de soldados, que me separaron del Grifo y me condujeron hasta una gran sala donde el Rey estaba sentado en un gran trono que hacía a la vez de estrado. A su alrededor se congregaron multitud de seres y personas. Me obligaron a colocarme en frente del Rey, al lado del cual se encontraba el Conejo Blanco con un rollo de pergamino en mano y una trompeta en la otra.


-¿Se puede saber por qué se me acusa?-dije al no entender el motivo por el cual me encontraba allí.


-No lo sé pero...-dijo el Grifo antes de que lo interrumpieran.


-¡Silencio en la sala!-gritó el Conejo con voz grave y firme.


Todos los presentes observaban atentos el juicio, mientras el Rey terminaba de confirmar algo con el Valet y los soldados. Yo, sin embargo, sentía como mis nervios empezaban a ascender del estómago hacia la garganta. Quería marcharme de allí, desaparecer, solo imaginarme el tipo de condena que me impondría el Rey en caso de que resultase ser culpable me ponía los pelos de punta.


-Heraldo, lea la acusación.-dijo el Rey seriamente.


-Sí.-respondió obedientemente el Conejo.-Se acusa a Allen, visitante de nuestra tierra, de emplear métodos poco ortodoxos para embaucar a la población en tanto que al Rey con fines meramente impuros y despreciables.


-¡Eso no es justo!-protesté contrariado.- ¡Yo no he hecho nada de eso!


-Silencio.-dijo el Rey con una mirada amenazante.-Que llamen al primer testigo.


El Conejo dio tres toques de trompeta y llamó al primer testigo.


El primer testigo en entrar en la sala fue el Sombrerero, que apareció con una taza de té en una mano y un trozo de tarta de queso en la otra.


-Le ruego me disculpe, Majestad, pero me encontraba en mi hora del té cuando fui convocado a este juicio.


-Bueno, no importa. Puede empezar la declaración.-hizo una breve pausa y continuó.-Bien, ¿es cierto que el acusado, Allen, hizo uso de artimañas para seducirle y empujarlo así a la lujuria?


-Es cierto.-dijo con un suspiro de resignación.


-¡Eso es mentira!-protesté.


-¡A callar!-dijo el Conejo.


-Bien.-continuó el Rey.- ¡Que llamen al segundo testigo!


-¡Segundo testigo!-volvió a llamar el Conejo tras dar los tres toques de trompeta.


El Segundo testigo, para mi sorpresa, fue la Oruga Azul. Entró en la sala y se dirigió hacia el estrado con aire sosegado, dio una calada a su pipa y esperó a que el Rey comenzase a hablar para expulsar el humo.

País de las Maravillas (yaoi hard)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora