Ya hace nueve años. Te diría que parece que fue ayer cuando nos conocimos en ese parque, pero eso ya está demasiado visto. Eras tan pequeña, parecías tan frágil... y ahora eres más alta que yo e incluso me atrevería a decir que más fuerte. Después de estos nueve años de amistad, no has cambiado tu forma de ser. Mucha gente dirá que sí, que ya no eres la de antes, pero no tienen derecho a opinar. Pocos te conocen como yo te conozco.
Odiaba que llegaras tarde a nuestros encuentros y siempre te lo echaba en cara, sabes que la puntualidad es crucial para mí. Sinceramente, no me podía enfadar contigo, sólo hacía el papel por ver la cara de culpabilidad que ponías. Recuerdo que sólo una vez conseguiste que no actuara e hiciera caso a lo que sentía en realidad:
Me senté en nuestro banco a esperarte. Pasaban los minutos y no llegabas, creo que estuve casi una hora esperando y viendo gente pasar, quienes me saludaban o me miraban raro, como si fuera una especie de músico falso que sólo finge saber tocar o un chico loco reincidente en la misma hora, en el mismo lugar todos los días. Fue una espera bastante larga para mi gusto. Si hubiera sido otra persona, me habría marchado a los diez minutos, pero eras tú, la chica que me importa. Quería irme. ¿Y si llegabas nada más partir? Esa pregunta fue la que me retuvo. Estaba a punto de irme cuando sentí un acalorado busto femenino tocando mi espalda, unos brazos cálidos rodeándome y un olor familiar. Eras tú. Por fin estabas allí.
Juntos lográbamos la armonía perfecta.
Perdóname por dejarte sola ahora. Puedes mirar el lado bueno, ya tienes a Rubén, él puede suplirme y también podría llegar a ser más. Lo deduzco por la forma en que os miráis. Yo también miré una vez así a alguien. Alguien del montón, normalito, pero que no me correspondía. Aprovecha tú, que sí te corresponde un alguien y, pese a que acabe fracasando, podrás decir que lo intentaste, que fue bonito mientras duró. Todas esas cosas que se dicen y que yo no pude decir. Ni creo que pueda decirlo nunca.
Una vez te pregunté que por qué tenía que ser todo tan complicado, fue porque confesé mi amor al alguien del montón - no obstabte, para mí estaba bastante bien y lo sigue estando - y su rechazo me hizo sentir miserable. Me arrepentí de haberlo hecho y aún me sigo arrepintiendo. A esa pregunta que te hice, tú respondiste: "Si todo fuera tan fácil, la gente se aburriría muy pronto y nos acabaríamos extinguiendo demasiado rápido." No comparto tu opinión, quizá tú seas la que necesite esa sustancia difícil en la vida, sin embargo, yo creo que en un mundo más fácil, sin obstáculos, todos seríamos más felices y tendríamos más razones para vivir.
Por último, quiero que sepas que eres perfecta tal y como eres, no te avergüences de estar rellenita, a él le gustas así. Ojalá todo acabara como en los cuentos: viviendo felices y comiendo perdices.
Tu cursi pusilánime,
Yun.