Las palabras duelen cuando no se escogen con cuidado. Cada letra que forma suena como una daga que te clavan en el pecho. Y, al fin y al cabo, no son más que sonidos con significado, a veces alegre, a veces triste, a veces doloroso...
"Qué asco de maricones." Dijiste textualmente. Esas fueron las dagas que me hincaste en el pecho esa tarde de cine donde nos encontramos por casualidad a la salida. Nos contaste que una pareja homosexual se sentó a tu lado y que te daban asco. Me desgarraste el corazón, perdí todo el respeto hacia ti en una fracción de segundo. No dije nada. No podía hablar. Me sorprendió que alguien tan joven como tú, al igual que yo, Noémie o Naiara, pudiera pensar de una forma tan primitiva. Me dejó helado y me bloqueé. Fue por eso que, cuando tuve oportunidad, me fui sin que os dieseis cuenta. Os dejé a los tres hablando de la peli y también a ti con tu repulsión hacia dos almas que se aman.
Me contó Naiara que la acompañaste a casa para ver si estaba yo. Querías saber las razones de por qué había desaparecido así, sin más. Ahora ya las sabes. Creo que hice mal, que debí decir que me iba, pero pensándolo mejor, no habría sido tan divertido como ver cómo me buscabas.
Tenía pensado rehuirte, no cruzarme contigo, sin embargo, dado que estamos en un pueblo pequeño y sabes por dónde me suelo mover, iba a ser casi imposible que no coincidiéramos alguna vez. Y, por supuesto, esa vez tenía que llegar. No pensaba que fuera tan pronto.
Esa noche en el parque, te acercaste a mí sin hacer ruido, no noté tu presencia hasta que me preguntaste sobre lo que te he explicado al principio. Me quedé un rato sin decirte nada, mirando la Luna Llena y las estrellas que nos rodeaban, las que nos envolvían. Era una noche hermosa, para admirarla solo si querías ahogarte en la fría belleza del cielo estrellado; para ver acompañado con un alguien especial esa Luna, que enamoraba. Cuando todo estaba en silencio y no se oía nada más que el leve sonido de la brisa acariciando las hojas de los árboles, te miré a los ojos y te dije: "Te amo." A pesar de lo que dijiste en el cine, te seguía amando. A pesar de que habías echado todo por tierra, te seguía amando. En mi mundo fácil y perfecto, la magia de aquella noche perfecta habría hecho que me besaras, respondiendo a mi "te amo" y todo habría salido bien, ahora no estaría escribiendo esta carta de despedida. Pero no. No estoy en mi mundo fácil y perfecto. Tu cara de sorpresa o de asco, quizá de amabas cosas, hizo que se me clavara otra daga más. Además, te fuiste, sin decir nada: esta vez me tocaba a mí ser quien no tiene explicaciones. El haberte ido, ya no era una daga, sino una espada que me atravesó el corazón. Lo fue desgarrando más y más cada vez que intentaba comunicarme contigo y no conseguía nada.
Soy un estúpido. Nunca debí decirlo.
El corazón destrozado me hizo recordar la peor noche de mi vida, que me dejó aún peor:
Hará unos diez años de aquella trágica historia. Después de que mi padre se fuera, mi madre y yo fuimos a hacer lo que solíamos cuando nos quedábamos solos a la noche: ver las estrellas. Esa noche, llegó a casa antes. Podría decir que estaba borracho para defenderlo, pero mentiría y tampoco me interesa defender al hombre que me arrebató de los brazos de la persona que más quería.
Como estaba diciendo, esa noche llegó antes. Empezó a gritar, llamando a mi madre. Ella me dijo que me quedara allí, que no me moviera. No le hice caso. Intenté hacer frente a mi padre al darme cuenta de lo que realmente estaba pasando. Quiso pegarme, pero ella se interpuso entre los dos y cayó al suelo del golpe. Salí corriendo y llamé al vecino, quien vino de inmediato y trajo a la policía. Cuando volví a entrar en casa con el hombre que era mi vecino y la autoridad, la vi llena de moratones y rodeada por un charco de sangre. La llevaron al hospital. Murió a los pocos días. Yo vi cómo la vida se le iba apagando antes de esa noche. La vela se fue consumiendo más rápidamente los últimos días hasta que se apagó.Ahora espero que te des cuenta de la fuerza de las palabras.
Sé feliz.
P.D.: Te amo
Yunuen.