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Era viernes y hacía calor, llevábamos dos horas en la terminal esperando que el bus llegara para ir al campamento.
Recuerdo que estaba arrepintiéndome de querer ir, podría estar en casa escuchando música y leyendo. Pero no podía desperdiciar la oportunidad de salir de casa, aunque sea por una vez en la vida.
Te ví a lo lejos tan alegre y risueño. Destacabas entre todos y aunque muchos te rodeaban, tu luz los opacaba.
Tan distinto de mí, que solo quería huir. Me irritaba tanta gente, me hartaba esperar. ¿Cuánto más debía estar parada allí? ¿Por qué nunca puedo socializar?
Te acercaste hasta donde estaba y sin problemas te sumaste a la conversación de mis amigos. Tu sonrisa era bonita y tus ojos brillaban con tanta alegría. No pude decir ni una palabra, me sentía intimidada.
Y aunque luego te alejaste, no pude dejar de mirarte.
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