[Diabolik Lovers's One-Shots]

Laito Sakamaki.

Diferente. 

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Cuando su padre le dijo que se casaría con uno de los hijos de Tougo Sakamaki simplemente no esperaba esto.

— ¿Dónde estamos?

Las carpas de llamativos colores, personas caminando de aquí para allá con trajes vistosos, animales exóticos y puestos de comida solo la desconcertaban, ¿Por qué su supuesto millonario esposo la trajo aquí? Todo el descampado tenía un cargado olor y había gran bullicio en todas partes.

— Bienvenida a tu nuevo hogar.

Laito Sakamaki ni siquiera se molestó en ayudarla con sus maletas cuando él ya se encontraba saludando a mujeres de fuerte olor a perfume barato.

__________ cogió el asa de una de sus mochilas para empezar a bajar del pequeño auto en el que la trajeron y su mirada se asqueo al pisar el suelo de tierra con sus costosos zapatos.

— No creí que necesitarías tu ropa de marca aquí, así que hice las maletas por ti.

Los grandes ojos (E/C) de ella vieron con sorpresa al chico del sombrero y con rapidez se dispuso a abrir sus valijas.

Todos sus perfumes, ropas, zapatos, maquillaje y cremas, todo había sido vaciado, a lo mucho habían un par de prendas comunes y zapatillas de lona.

Con algo de odio y resentimiento vio como él era saludado por todo el mundo, algunas personas la observaban, se sentía muy incómoda en ese lugar.

Esto era muy diferente a lo que esperaba.

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— No me gusta aquí.

Después de cinco meses más o menos ella aún no lograba adaptarse. En lo único en que invertía su tiempo era peinar su larga melena (H/C) durante horas, sentada en un banquillo de plástico mientras los musculosos y sudorosos trabajadores la observaban, todo el mundo se removió al saber que Laito Sakamaki había traído a una mujer al circo.

Al parecer nadie estaba enterado de que él se había casado ya que viendo el respeto que le tenían al pelirrojo, __________ dudaba de que algunas personas tuvieran el descaro de coquetearle a su mujer.

Al entrar en su "casa", vio con odio una de las notas que Sakamaki había dejado pegada en el refrigerador, ya se había vuelto una costumbre y todos los días había una nueva. Con sus mejillas calientes y algo de vergüenza la desechaba inmediatamente.