One-shot

755 71 17
                                    

—Nii-san, ¿puedo ser el de arriba ahora? —La expresión de desconcierto en tu rostro fue un poema que sobrepasó lo tierno cuando tus mejillas sonrosadas alcanzaron una tonalidad carmín digna de admirar, pero al estar abrazados, Jyushimatsu no fue capaz de apreciarlo; que lástima.

Tragando saliva y ocultando tus repentinos nervios a tan inesperada petición —porque no estaban haciendo nada más pervertido que besar sus cachetes y acariciar sus cabellos—, asentiste en silencio por mera costumbre; ni siquiera alcanzaste a pensar, no podías negarle nada a tu hermano menor, mucho menos si era Jyushimatsu.

Te sorprendiste abriendo un poco más tus ojos cuando inesperadamente te aventó al sofá con brusquedad y un grito de victoria: te quejaste, eso dolió, probablemente no esperaba un sí por respuesta. Sin embargo, tu dolor se disipó cuando el de amarillo se posicionó arriba de ti y comenzó a besarte suavemente, tanteando tu cintura. No era algo nuevo, al ser tan energético, Jyushimatsu era el que solía tener la iniciativa cuando se trataba de sus encuentros como pareja; tú más bien eras tímido y reservado, aunque eso nunca fue un problema para tu hermanito.

—La piel de Nii-san es suave. —Lo escuchaste decir mientras subía tu sudadera hasta tu pecho y besaba un lugar arriba de tu ombligo, un jadeo se te escapó mientras pasabas tus manos por su cabello.

Y después, un pensamiento aterrador se te vino a la mente al recordar que Jyushimatsu era prácticamente insaciable, hizo que tu piel se erizara —¿o quizá fue la lamida cerca de tu pezón?—, seguías siendo virgen "de ahí" y no te hacía gracia que... bueno, fuera pensamientos malos, en realidad tenías miedo, pero no lo admitirías.

—Jyushimatsu, estamos en la sala, alguien puede venir. —Intentaste parar esa locura discretamente con esa real excusa.

—A mi no me importa que nos vean. —Te dijo sin verte la cara, con una gran sonrisa. Tragaste saliva y supiste que habías cavado tu propia tumba cuando le diste permiso, aunque de todas formas bajo ninguna circunstancias habrías podido haberte negado.

Un sudor frío recorrió tu cien y un ligero temblor te sacudió, pero no sabías si era porque el toque de esas manos te quemaba o porque tus pensamientos iban en una dirección no muy agradable; debía de ser por ambos.

Jyushimatsu te abrazó por los hombros y te dio un pequeño beso en los labios, para luego hacer contacto con tu mirada; te congelaste por un momento, incluso te pareció que tu corazón había dejado de latir al ver su dulce expresión acompañada de esa imborrable sonrisa, sonrisa que te contagió, aunque en menor medida, claro.
Te besó una mejilla haciéndote enrojecer.

—¿Nii-san está nervioso? —¡Demonios, se dio cuenta! Con obvio nerviosismo negaste, enterneciendo a tu hermano menor— ¿Estás temblando? ¡Nii-san es muy lindo! —Te besó la otra mejilla.

—Y-yo... —Le rehuiste la mirada, mordiéndote el labio, no se lo querías decir.

—¡Prometo ser muy, muy, muy gentil con Nii-san! —Habló alto mientras te abrazaba con fuerza meciéndose de un lado a otro sobre ti. De alguna manera, escucharlo decir eso calmó tus miedos. Jyushimatsu no te lastimaría.

Con una confianza renovada asentiste con la cabeza sin despegar la vista de sus resplandecientes ojos, le diste un beso en la boca y fue bastante suave al principio pero al aumentar el descaro entre sus toques, empezó a rayar en lo obsceno cuando sin que te dieras cuenta, Jyushimatsu quitó tu camisa para tocar tu piel sin estorbos y dio lentas caricias en tu espalda baja, te estremeciste; él conocía tus puntos sensibles y tú, cual gato, disfrutabas de las caricias que te daba, ni siquiera recordabas porqué dudabas al principio; se sentía bastante bien.

Fue cuando, sin despegar sus labios de tu abdomen, separó tus piernas para ponerse entre ellas y, al acariciar la parte interna de tu muslo derecho, que soltaste un jadeo que más bien pareció un gemido.

Cuando las cosas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora