Decepcionado y perdido en mi vida, conocí a los muchachos divertidos de la universidad; aquellos que andan juntos y salen a fiestas cada sábado. Ellos me enseñaron a liberarme a mí mismo y relajarme haciendo lo que a mí me gusta sin pensar en los demás. Ellos me enseñaron que el mundo es nuestro y que nada debe detenernos de seguir nuestros planes. Ellos me enseñaron que no hay nada de malo en hacer lo que quiero porque todos somos libres de hacerlo. Ellos me ayudaron a perderme y llegar a donde estoy ahora: un centro psiquiátrico.
Cuando empecé a salir, papá y mamá no me decían nada porque no lo podían creer; porque no querían alterar su status quo de tranquilidad y paz dentro de casa; o, por cualquier razón que no me incluyera de la manera más remota. Nunca me preguntaron qué me pasaba, si me encontraba bien o necesitaba algo. Solo esperaban que esta etapa de rebeldía se desvanezca y yo vuelva a seguir el camino que habían trazado para mí. Sin embargo, mi rebeldía no desapareció. Empecé a llegar cada vez más tarde a casa. Ebrio y con las pupilas dilatadas por las drogas, pensaba que no valía la pena seguir haciendo lo que mis padres querían. Por ello, decidí hacer todo lo contrario de lo que me dijeron desde que era un niño.
La primera vez que fumé marihuana, sentí como el asqueroso aroma verdusco de la hierba aún húmeda se metía dentro de mí. Me sentía perdido y relajado. No me importaba lo que pasaba a mi alrededor porque había todo un mundo nuevo dentro de mí que jamás había imaginado que existía. Pasaba algo similar en mí cuando bebía alcohol. Sin embargo, cualquier licor dejó de ser suficiente para hacerme olvidar que, al llegar a casa, el estigma de Violetta caería sobre mí de nuevo. Mi trastorno obsesivo compulsivo empeoraba las cosas porque me había obsesionado con la idea de la liberación y relajación de modo que el alcohol, el tabaco y las drogas eran parte de mi nuevo estilo de vida y no podía continuar de esta manera. Sentía que me convertía en Atlas cargando los cielos cuando me hacían llevar el peso de la responsabilidad de ser como mi hermana mayor. Mis padres debían entender que Violetta estaba muerta y yo debía liberarme de su estigma.