Llegó un día en que, por fin, notaron que esta situación era absolutamente inconcebible. Decidieron internarme en el centro psiquiátrico donde estoy ahora. Y, lejos de ayudarme, papá y mamá empezaron a resolver sus problemas maritales. Peleaban cual hienas por la carroña; era increíble que incluso en ese punto no se preocuparan por mí. Finalmente, mamá se dio cuenta de que no había superado la muerte de mi hermana y le pidió el divorcio a papá. Mi padre, devastado, se lo dio porque sabía, en lo profundo de su ser, que lo necesitaba; ella tenía que superar ese accidente que nos arrebató a Violetta y debía hacerlo sola.
Tras su decisión de separarse, papá estuvo a mi lado durante toda la terapia. Yo entendí que valgo por ser quien soy y no por tratar de ser como mi hermana. Papá me visita todos los días y encontró fotos de Violetta cargándome y cuidándome cuando yo era pequeño. Sé que mi hermana me amaba. Sin embargo, no es por ella que decidí recibir terapia. Tampoco es por mis padres. Es por mí. Únicamente por mí y mi propio bienestar he decidido que puedo superar mi TOC. Y lo estoy haciendo con ayuda de mi padre quien no se aleja de mi lado y cada día me ama por ser yo mismo: John Melvin y no alguien que él quisiera que sea.