Capítulo 8

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Con solo decir, no basta

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Con solo decir, no basta. Todo el mundo puede aceptar y escuchar tus palabras, pero pocas personas se las creen si no las demuestras. Por mucha confianza que haya entre dos personas, cuando hay escasez de acciones, ya no sabes si lo que esperas es bueno, o malo. Es fácil confiar en alguien solo por lo que dice, pero, ¿de qué sirve eso al paso del tiempo? Cuando sientes que todo va mal, y aunque alguien te lo niegue, necesitas saber que es verdad, que todo va bien, tienes que verlo, no escucharlo. 

He estado pensado en decírselo a Eric, decirle lo que siento. Pero ahora, ¿de qué me serviría si solo le he demostrado lo contrario? Besarme con Luke no estaba en mis planes, y menos el día de la boda donde había bailado una perfecta canción acompañado de un hermoso y real baile con Eric. Nada podía compararse con lo que sentí ese día. Con lo que él me hizo sentir a pesar de que no estaba ahí físicamente.

Habían pasado cinco días, cinco días en los que Eric no dejaba que mi mirada se cruzase con la suya ni un segundo. La misma historia se estaba repitiendo. ¿Tenía que ser así cada vez que discutíamos? Además, no era por nada pero, tampoco tenía derecho a enfadarse conmigo porque no éramos nada menos que amigos, amigos que bailaban juntos y que se querían, como amigos. 

Siempre evitaba estar conmigo en la misma habitación o directamente me evitaba. Me estaba cansando de esta actitud inmadura, ¿no podíamos hablar como personas normales y decentes? No, ¿para qué? Él prefería usar su orgullo contra mí e ignorarme completamente. Quise creer que estaba celoso. Bueno, yo estaba pillándome por él, y me gustaba ilusionarme aunque después me llevara un chasco. Y hablando de mis sentimientos y mi futura confesión, solo veía problemas en ello, la única razón para darle las gracias por esquivarme ya que estaba impidiendo que se lo dijera, y eso me estaba dando tiempo para pensármelo mejor. Yo quería decírselo, pero sentía que no podía. Me daba miedo que eso pudiera cambiar mi amistad con él, o peor aún, perderlo para siempre. Otra vez. ¿Por qué las cosas en mi vida se complicaban tanto? Con lo fácil que era poder tener una relación normal con cualquiera, ¿por qué con él? No era que no me agradara la idea, por favor, no. Él era fantástico, pero sentía que no era para mí, o mejor dicho, yo no estaba hecha para él. 

Problema número uno, intocable, problema número dos, invisible, problema número tres, imaginario. Lo nuestro no podría funcionar ni aunque ambos, o Dios quisiera. Nuestro destino no era estar juntos. Y quizás saber eso era lo que más miedo me daba.

El restaurante iba viento empopa, Josh estaba muy orgulloso  y casi siempre me tenía puesta una estrella en mi foto colgada en la pared junto con las demás fotos del resto de empleados, en un sitio donde a penas se veía, pero eso me daba igual porque era la empleada del mes. Tuve problemas con tres clientes, debido a que Juls comía de sus patatas y como yo era la que dominaba a pesar de ser la más pequeña, todo iba hacía mí, junto con la frase que mi jefe siempre me recordaba, aunque más bien creo que era una amenaza, ya que me señalaba con un tenedor: El cliente siempre tiene razón. Claro, aunque puedan tanto ellos como mis compañeros, no tenerla realmente.

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora