Stargate

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Dean Devlin & Roland Emmerich

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ÍNDICE

Año 8000 a. de C.

El Cairo, 1928

Los Ángeles, época actual

Yuma, Arizona

Descifrar Creek Mountain

¡Bingo!

El séptumo símbolo

Información Militar

La evacuación

Al otro lado de la Puerta

Una mentira piadosa

"Todo sea por la comunicación"

La ceremonia

El hallazgo

La máquina voladora

El día de la ira

"Solamente puede haber un Ra"

En el principio...

Saber es poder

Ningún lugar adonde ir

El Caballo de Troya

"Espéreme"

El poder supremo

EPÍLOGO. "Me ha traído suerte"

Episodio I

Año 8000 a. de C.

Lo único que faltaba era el ojo de la bestia, pero cuando estuviera acabado ese ojo le vería, cobraría vida. Pintó la piel del animal de naranja y negro, y con un pedazo de piedra caliza garabateó sobre el muro las pezuñas y la cornamenta. Era una imagen tosca, pero sabía captar el pánico de la gacela, el terror de verse atrapada: la boca abierta para balar, el torso torcido en plena huida, las patas al galope buscando un camino por donde escapar.

El chico había camuflado su propia piel oscura con rayas y símbolos extraños, utilizando para ello la misma pintura que había empleado para inventar a la gacela. En la lobreguez de la cueva, hundió el hueco extremo de una larga caña en un cuenco de tinta y se acercó a la pared. Levantó la vista y en lo alto del muro vio otro ojo, el de un humano blanco, pintado como un icono. Y comenzó la caza pronunciando el nombre del animal al que iba a acechar: Khet.

Ante esta señal, el anciano que permanecía en la boca de la caverna se sentó sobre el suelo de guijarros e inició un monótono canto. Este hombre de lengua barba, vestido con pieles de animal, era el jefe del clan y el maestro del joven. Su canto era la lenta y rítmica salmodia cantada en el lenguaje de las gacelas, el canto que la tribu siempre murmuraba cuando estaba de caza. El muchacho llevó la caña hueca a la altura de la cuenca vacía del ojo del animal, ciñó sus labios al otro extremo de la misma y sopló la tinta para crear el ojo. Bajo el hechizo del canto del anciano, el chico sintió que el animal revivía lentamente. Muy pronto se verían el uno al otro, él y la gacela.

El cazador debía guardar la misma inmovilidad que los muros de piedra de la gruta en que estaba, pues de no hacerlo corría el peligro de echar a perder esa parte de la cacería que en ese mismo instante tenía lugar fuera, en el valle. En ningún momento notó el chico que se moviera, pero por su constante poder de concentración avanzó inconscientemente hacia su presa. Era la misma técnica que empleaban los cazadores en el campo. A los mejores se les llamaba Los que caminan sin ser vistos, y formaban un grupo de élite dentro de la tribu. Su símbolo era el blanco y solitario ojo que había pintado encima de la gacela. A estos cazadores selectos les sorprendía e intimidaba la increíble paciencia de este muchacho de diez años durante la cacería y su poder para controlar la mente de los animales. Pero esta capacidad no era sino una de las muchas cosas raras de este extraordinario chiquillo, una razón más para temerle.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2010 ⏰

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