"El amor puede llegar a límites extraordinarios que nadie se imagina. Una persona cuando de verdad se enamora hace locuras con tal de que su amado o amada no sea dañado en ni una sola célula."
Cerró el libro después de leer el último párrafo, habían pasado tres horas desde la hora en la que quedo con Namjoon. ¡Tres horas! ¡Nunca llegó tarde ninguno de encuentros!
El príncipe Jin empezó a preocuparse. ¿Dónde se habría metido? No había forma de contactarle. Se asomó por la ventana de su habitación en la torre. Su asquerosa madre le volvió a encerrar en cuanto un rumor llegó a sus oídos desde su secretario real de que su "amado y adorado" hijo se encontraría con un delincuente en contra de su reinado. Su primer decreto fue encerrarle en su claustro y no dejarle salir hasta que supiera que Namjoon estuviera muerto y tres metros bajo tierra.
-Maldita arpía, ¿quién se cree que es? - hablo en voz alta, sin miedo a que le escucharan. Se acercó a la puerta cerrada y pegó su oreja en ella. - ¡Escuchadme bien malditos! ¡Cómo le toqueis un solo pelo juró por lo que me llamo SeokJin que no sabréis más de mi en todo el reino!
Al ver que nadie le contestaba, se rindió. Se tumbó en su cama bruscamente, soltando un suspiro. Miraba el techo, buscando una solución. Lo bueno de todo es que Namjoon se retrasaba. Le consolaba saber que su tardanza tendría algo bueno y era que no montaría un espectáculo exigiendo verle.
Se levantó y miró por la ventana, de nuevo. Saco un poco más la cabeza, observando el suelo. ¿Y si...? No, no podía. Se darían cuenta de que ya no esta. Pero... tiene sábanas suficientes para poder hacerlo. Lo hará, definitivamente lo hará. No puede quedarse de brazos cruzados, aceptando que su madre no le deje volver a verlo nunca más.
Sacó todas las sábanas de su armario y las ató para hacer una gran soga. Amarró la soga a una pata de la cama y se aseguró de que esta era lo suficientemente larga como para llegar al suelo.
Apunto de comenzar a bajar se dio cuenta de algo. ¿Qué pasaría si venían los guardias reales a hacer la revisión de cada cuatro horas? No podían descubrir que se había ido en busca de su amado. Su cabeza fue iluminada con una fantástica idea. ¿Y si ponía un par de almohadas simulando que era el durmiendo? Eso le daría unas cuantas horas antes de que se dieran cuenta de que se había largado de ese horrible lugar.
Cogió las almohadas que tenía debajo de la cama guardadas dentro de un baúl con otros objetos. Vio un colgante que le llamo la atención. Era una cadena de plata con dos letras. N&J. Se la regalo Namjoon en su último encuentro.
Ese día era el cumpleaños de Jin. Su madre preparó una fiesta en su honor, pero se dedico más a ligar con los reyes de demás reinos que había invitado que en dedicarle su tiempo en él. Ni siquiera había sabido que la vainilla de aquel enorme pastel podría haber acabado con él, debido a que era alérgico a ella. Ese día por la noche, se escapó a su habitación lo más cauteloso posible pero lo hizo en vano pues nadie se dio cuenta de su desaparición. Tratando de conciliar el sueño, escuchó uno"El amor puede llegar a límites extraordinarios que nadie se imagina. Una persona cuando de verdad se enamora hace locuras con tal de que su amado o amada no sea dañado en ni una sola célula."
Cerró el libro después de leer el último párrafo, habían pasado tres horas desde la hora en la que quedo con Namjoon. ¡Tres horas! ¡Nunca llegó tarde ninguno de encuentros!
El príncipe Jin empezó a preocuparse. ¿Dónde se habría metido? No había forma de contactarle. Se asomó por la ventana de su habitación en la torre. Su asquerosa madre le volvió a encerrar en cuanto un rumor llegó a sus oídos desde su secretario real de que su "amado y adorado" hijo se encontraría con un delincuente en contra de su reinado. Su primer decreto fue encerrarle en su claustro y no dejarle salir hasta que supiera que Namjoon estuviera muerto y tres metros bajo tierra.
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Bad Roses ~One Shot Namjin~
FanfictionLa leyenda narra que solo la sangre de su amado podrá salvarle, si no lo hace a tiempo, no despertará de su eterno sueño.