Photograph

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El humo sale de mi boca mientras saboreo aquella particular sensación que deja el cigarrillo en mi boca. Me recargo en la pared y volteo a ver mi escritorio con desagrado, viéndolo desde lejos es evidente el completo caos que es y no puedo mas que apartar la vista rápidamente de él, no quiero atormentarme con papeleo el día de hoy.

Dejo la taza de café sobre la mesa y camino en dirección a mi habitación, olvídandome de una vez por todas del pesado trabajo que me esperará el día de mañana por postergar mis responsabilidades. Una vez que llego me dejo caer en la cama, hundiéndome en ella y sientiendo la calma de por fin poder relajarme, pero el gusto me dura poco. Me levanto dejando escapar un ligero suspiro de mis labios y me abro el cajón de la mesita de noche, sacando una pequeña caja de madera.

La sostengo en mis manos por un momento, mientras esbozo una nostálgica sonrisa y comienzo a acariciarla, sindiéndo la taxtura y embriagándome por el olor a caoba que aún despide. Para mí, ésta pequeña caja es uno de los tesoros más sagrados que puedo tener.

Con lentitud, la abro y me emociono al encontrar su contenido intacto. Tomo una de las tantas fotografías que se encuentran ahí al azar y la observo atentamente, al parecer estoy de suerte pues he tomado la que más me gusta. La he visto miles de veces, pero aún así me sigue sorprendiendo cada vez que la tengo entre mis dedos. Siempre encuentro un detalle que no había visto con anterioriad, justo como ahora.

La imagen que muestra no es una vista espectacular ni mucho menos una obra de arte pero yo la considero de esa manera por el simple hecho de que en ella se encuentra la persona que más he amado en el mundo. En ella se encuentra un joven castaño, viendo fijamente hacia el frente y sonriendo de manera forzada. Yo río ante la imagen pues recuerdo a la perfección el día que tomamos esa fotografía, un día lleno de sorpresas.

Con mi dedo índice, comienzo a contornear su figura sin perder detalle alguno. Paso mi dedo sobre su cabello y recuerdo la sensación al tenerlo entre mis manos, lo suave que era y lo bien que olía. Bajo un poco y me encuentro con sus ojos color avellana, perdiéndome un rato en ellos y observando que en su reflejo se puede ver, con un poco de atención, que yo soy quien estaba tomando la fotografía en esos instantes. Pero también observo sus largas y finas pestañas, que sólo hacían que su mirada fuera aún más bella y penetrante; capaz de erizar mi piel en cualquier momento.

–No has cambiado en nada, Dazai. –digo sintiendo una gran nostalgia en mis palabras y continúo con mi tarea de analizar cada centímetro de la fotografía.

Ahora mi dedo se detiene en tus labios y por inercia llevo mi otra mano a mi boca. Cierro los ojos y recuerdo tu dulce tacto, tu sabor y la ternura y pasión con la que solíamos besarnos en aquel entonces. Cada beso que me dabas era lo suficientemente profundo como para lograr hacerme perder la razón y querer entregarme a ti fervientemente.

–Tus besos eran la segunda mejor cosa del mundo. –alejo la fotografía y vuelvo a meterla en la caja mientras sonrío tristemente. Es mejor que guarde esto antes de yo mismo me haga daño.

Con cuidado la meto en la mesita de noche y me salgo del cuarto. Es mejor que termine mi trabajo lo más rápido posible si es que quiero evitar los regaños de mi jefe despúes. Pero antes necesito una copa de vino, mi mente está comenzando a tener recuerdos que preferiría olvidar. Aunque si soy sincero, sé que esto no se olvidará con tan solo una copa.

Y puedo ver que no me he equivocado pues me he bebido poco más de la mitad de la botella. Ahora mi vista comienza a nublarse,  todo se mueve a mi alrededor y con trabajo consigo mantenerme de pie.

–Esto es tu maldita culpa, bastardo...–mi voz quiere quebrarse pero hago un esfuerzo para que no sea así. –Si tan sólo...tú...¡eres un maldito egoísta!

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