Faltaban pocos minutos para empezar el partido, todas corrían alborotadas preparando los últimos detalles, este es el partido final... Todo esto me hace acordar el inicio del que fue mi cambio de vida, justo en un partido de final de temporada fue cuando decidí jugar una mala pasada a estas mismas chicas que hoy se convirtieron en mi amigas.
¿Qué hubiera pasado si nunca hubiera hecho esa broma? Seguramente no hubiera ido a dirección el lunes siguiente, no hubiera alzado la voz a Miergan, no hubiera ido a detención después de clase, no hubiera jugado, no hubiera perdido, no hubiera sido una porrista jamás, no hubiera conocido a Bruno, ni mucho menos a Matt y seguiría siendo esa perra fría que tanto temía ser.
Tal vez la mala pasada no la jugué, sino que me la jugaron.
Mi cabeza martillaba desde adentro con cada ruido proveniente de cualquier parte, a pesar de haber tomado ya unas pastillas para lidiar con esto ninguna surgía efecto alguno.
—Carol, tu uniforme —me tendió una bolsa plástica con una cinta de papel adhesivo que llevaba escrito mi apellido—. Lucirás hermosa en él.
—Gracias Dani —sonreí o al menos hice un ligero intento.
—¿Segura que te sientes bien?
—No, para nada.
—No debiste...
—Sermones no, por favor.
Dicho esto pareció entender mi malestar y decidió no regañar más, al menos por un rato —Llamaré a Yuko, tal vez pueda ayudarte... Tengo que ir a apurar a las chicas, ¿segura que quieres participar?
—Ha sido mi sueño desde niña, no renunciaré a él.
Sonrió ampliamente antes de retirarse de mi pequeño escondite, no pasó muncho en llegar, Yuko corrió hacia mí poniéndose de cuclillas cerca para poder ver como estaba.
—Necesito un favor.
—Lo que quieras, azulita.
—Déjame como una estrella, hazme todo lo necesario para brillar y sobre todo para demostrarle que ya no es nadie ni en mi vida, ni en mi corazón —pedí firme en mi decisión, ignorando todo malestar físico por la borrachera de anoche.
Asintió sonriente y animada a mi petición, tomó mi mano y me ayudó a ponerme de pie, al llegar a vestidores todas las niñas pegaron un grito de emoción que no ayudó en nada a mi dolor de cabeza, traté de explicar de una manera no grosera lo sucedido, omitiendo ciertos detalles, para que eviten en lo más posible volver a gritar así.
—Primero necesito que uses esto —estrujó un poco el uniforme que tenía en mis manos sin valor de abrir el empaque aún.
Hice un pequeño asentamiento de cabeza y entré a un vestidor pidiendo que me esperara, respiré profundo ahí adentro y me deshice de mis prendas que eran tan básicas como un jean y una camiseta suelta, rompí despacio el plástico y extendí mi uniforme, era rojo y dorado, el león rugiente era glorioso, el mismo modelo que me empeñé en cortar aquel día, empecé por ponerme la falda, esta cubría menos de la mitad de mi muslo, la blusa tenía un escote recatado en la parte del busto, sin embargo, su corte era por encima del ombligo, tan clásico como en las películas antiguas.
Solté mi cabello alborotándolo un poco y salí con mis zapatillas puestas, me sentía mucho más baja de lo que no soy, por Dios que necesitaba mis tacones.
—Pero que belleza —halagó Yuko al verme.
—Siento mucha nostalgia —mencioné mirándome al espejo—. Y creo que el nuevo tono de mi cabello no combina con este uniforme.
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Infiltrada [EN EDICIÓN]
Roman pour Adolescents¿Quién en su patética vida no ha jugado Verdad o Reto? ¿Quién en su miserable vida no se ha arrepentido de elegir reto? ¿Quién en su estúpida, asquerosa y cruel vida no le dieron en el clavo a la hora de dictar el reto? Pues a mi, Caroline Manson, s...