[único]

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El pequeño Kyungsoo de siete años estaba sentado en una pequeña silla en el patio, miraba al vacío y la soledad que representaba su jardín mientras el sol estaba en lo alto del cielo. Para un niño como Kyungsoo, el verano era algo muy importante, y si por él fuera, inventara algo que hiciera que aquello durara para siempre, pero contradictorio a eso, Kyungsoo estaba aburrido y sin saber qué hacer.

Hasta que, por supuesto, alguien hizo acto de presencia.

—¡Hyuuuuuuuuuuuung!

Cuando Jongin apareció en su vista periférica, Kyungsoo encontró el antídoto perfecto a su día, ya sabía qué iba a hacer hoy y para eso necesitaba de toda la ayuda posible, tal vez iba a necesitar una mano de la cuadrilla de exploradoras que comandaba Bae Joohyeon, alias Irene, la niña con más insignias en el pueblo.

Y bueno, eso también suponía tener que aguantar a Jongin, quien era algo así como el epítome de la torpeza y felicidad y para muestra un botón, justamente cuando Jongin estaba llegando hasta donde él estaba, resbaló y cayó al piso chillando en el transcurso y Kyungsoo no hizo más que rodar los ojos.

—Apenas es martes y ya te has caído veinte veces —dijo Kyungsoo, ayudando a levantar a un Jongin lloroso.

—Los cordones, hyung. Siempre son los cordones —se excusó.

Kyungsoo volvió a rodar los ojos, un hábito bastante común desde que había conocido a Jongin, o sea, desde siempre.

—Bien mocoso, ignoremos tu falta de precisión, más bien, que bueno que llegas —manifestó revolviendo el pelo de su descoordinado compañero de aventuras—. ¡Ya sé que vamos a hacer hoy!

—Geniaaaaaaal —chilló Jongin, estirando su cuerpo para atar malamente sus cordones, como siempre.

Ambos niños, como un pueblo sin ley, se fueron rumbo a la casa de Irene mientras que en el camino, Jongin echaba la mirada hacia atrás y le pregunta a Kyungsoo «hey, ¿y Yeollie?».

Por supuesto, el pequeño ornitorrinco debía estar cómodamente dormido en su habitación.

🐵

—Agente Park, que bueno que llega —espetó sin ninguna emoción el tipo en la pantalla.

Chanyeol se limpió los restos de hojas del pelo por haber usado el conducto para llegar hasta la base, también limpió su uniforme perfectamente planchado, se alisó el pelo y luego se colocó su sombrero de agente que tanto le caracterizaba.

Estaba preparado para la acción, tenía la experiencia de todos estos años como agente del Servicio Secreto de Corea, la SSC. Muchos años que ya no los podía contar. Chanyeol era un híbrido de ornitorrinco con doble vida, a veces era un mamífero que no hacía nada más que comer, dar vueltas y dormir y otras veces (la mayoría del tiempo) era ese agente bien pagado que de todas maneras vivía con su dueño Do Kyungsoo, el niño pequeño que era de armas tomar y que varias veces estuvo a punto de descubrirlo.

Menos mal que no había podido, Chanyeol tenía las piernas humanas chuecas, pero no era torpe. Bueno, no tanto.

—Estoy a su servicio, General Oh —respondió con una reverencia a su Mayor en Jefe, el General Oh Sehun, un viejo un poco loco que no tenía que decolorarse el pelo para pintarlo de varios colores porque él ya tenía de base sus blancas canas, ahora había optado por el look zanahoria.

No se veía mal, sin embargo.

—Rápidamente, mi asistente Kim Jongdae te dará los pormenores de la misión —explicó, y claro, aquello pudo haberlo hecho él mismo, pero Oh Sehun lo que tenía de viejo lo tenía de flojo. Lo único que hacía por sí mismo era alimentar a su perro Vivi.

Hey, ¿y yeollie? → ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora