No podía seguir desmintiendo las verdades sin pruebas, sólo con palabras. Sabía que, como abogado, no podía hacerlo, pero aún así seguía intentándolo una vez tras otra. Tenía que defender a su cliente, pues no era una persona cualquiera, era su amigo desde que tenía uso de memoria, y no podía perderlo tan fácilmente, o no quería, al menos. Pero, al llegar el día de la sentencia, mientras el juez golpeaba la mesa con su mazo, dijo lo que llevaba días esperando:
-Declaro al acusado CULPABLE.
¿Qué sera de mí? Ese hombre formaba parte de mí, mucho más que mi trabajo, mucho más que el resto de mis amigos juntos. Ahora, sentenciado a la silla eléctrica, tan solo por robar algo que darle de comer a sus hijos, a una persona que se dedicaba a timar a la gente para tener todos los caprichos quese le ocurrieran, ¿Qué más le daba a esa persona? ¿Realmente era necesario arrebatarle la vida a alguien por un crimen como ese? ¿Debería siquiera considerarse un crimen?