Capítulo 3.

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11 años después

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11 años después.

-¡¿Qué me voy a poner para mi primer día de prepa?! -gritó Malia desesperada.

Alexa rió ante la desesperación de su hermana.

-¿Por qué no usas uniforme? -preguntó Alexa, cerrando la puerta del baño detrás de ella.

-Porque ahí no usan uniforme -contestó Malia con la voz más cortante que pudo hacer, rodándole los ojos.

-Yo sí uso y me gusta mucho -pronunció Alexa, mientras se escuchaba agua caer.

Malia ignoró a su hermana y optó por ponerse una simple blusa roja con un jean negro y unas balerinas negras simples. Se miró al espejo y quedó insatisfecha con lo que veía, pero no podía hacer nada más por ella. Malia seguía delgada, pero según los doctores ella estaba muy bien de salud.

Alexa y Malia fueron por el jugo de naranja que Penny les había hecho con mucho amor.
Malia tenía muchos pensamientos y el que más vagaba en su cabeza era: ¿a qué tipo de personas conocería en la preparatoria? Ella esperaba encontrar a gente buena, porque la gente buena quedaba con su actitud; no porque ella fuera una persona realmente buena, sino porque ella necesita gente buena para ver si podía ser más buena todavía. Malia tiene un carácter muy fuerte y ella necesita personas que la ayuden a balancear su carácter.

Cuando terminaron su jugo, ambas chicas subieron al carro de Aaron, su padre, que estaba listo para llevarlas a sus respectivas escuelas.

Penny estaba recargada en la puerta principal, viendo a sus dos niñitas irse de casa; cuando el carro empezó a avanzar, Penny les dijo adiós con su mano y se adentró a su casa para ver su novela. Ahora ella estaba en su casa con Gerard, su hijo el más pequeño que aún no entraba al preescolar. Albert, su otro hijo varón estaba inducido en el mundo de las drogas y el alcohol, por tal razón él no llegaba a casa y, cuando lo hacía, era sólo para hacer que la cabeza de Penny y Aaron explotara.
Pero, a pesar de eso, Penny ponía su mejor esfuerzo en estar relajada, pues ella sabía que algún día las cosas mejorarían.

{...}

Malia.

Ojalá pudiera decir que cuando mis libros se estamparon en el suelo, llegó el futbolista más popular de la preparatoria y me ayudó a recogerlos, pero no, eso no pasó. Creo que las películas deberían alejar de nosotras las ganas de caernos en medio del pasillo para encontrar al amor de nuestras vidas...
Desgraciadamente soy el nuevo juguete para todos los alumnos de quinto y sexto.

Me levanté del suelo y dejé mis cosas ahí y fui a enfrentar al estúpido lleno de esteroides que ocasionó mi caída. Éste tenía una sonrisa muy fanfarrona en su rostro y eso me molestó mucho más.

-Señor esteroides, es un placer conocerlo -dije sarcásticamente, con una mano en mi cintura -, ¿podrías dedicar tu miserable vida a una cosa de productividad, por favor? Créeme que hacer que las personas se caigan no te hace el machito de la prepa. Capta, niño, ¡capta! Usa esos esteroides para algo productivo, idiota. -Su cara era graciosa, pues parecía ser que él no se esperaba que yo lo fuera a enfrentar. Quería soltarle una bofetada, pero gastaría energía que me serviría en algo mejor.

Me marché de toda esa bola de gente vacía y me dirigí hacia el aula que me tocaba.
Había muchas personas como yo, de primer ingreso con una linda cara de confusión.
Entré a las clases y no hubo nada bueno, sólo las típicas presentaciones que me molestaban demasiado. Estaba segura de que en mi primer día de clases a más de una persona ya le caía mal, pero no puedo evitar ser como soy; a veces creo que debo cambiar y lo intento, pero me hacen enojar y explotó y adiós al intento de cambio.

En el descanso fui a una mesa con seis sillas y, afortunadamente, nadie se sentó conmigo o, bueno... eso creía hasta que:

-Ya eres la comidilla de la prepa -soltó un chico que jamás en mi vida había visto.

Lo miré y, bueno, era muy guapo pero de igual manera no quería hablar con nadie.

-¿Qué te hizo pensar que puedes hablarme? -cuestioné con una mala cara, ignorando su comentario.

-No eres una reina o algo parecido, así que me sentí con la libertad de conversar contigo -respondió con una sonrisa.

-Estás fallando, amigo. Con una sonrisa no lograrás sorprenderme, conozco a los de tu tipo -exclamé, posando mi mirada a la pantalla de mi celular.

-Yo también conozco a las de tu tipo, sé que te gusta intimidar a la gente con una conducta mierda pero muy en el fondo eres un cubo de azúcar -la voz de este chico en verdad que era linda.

-Vaya, ya me conoces y me acabas de ver -respondí sarcásticamente.

-Lo mismo puedo decir de ti, dices que me conoces y jamás en tu vida me has visto -me guiñó un ojo, pues él sabía que tenía la razón.

Rodé los ojos, pues no sabía qué podía decir. Preferí evitar su voz y seguir leyendo.

- que te llamas Malia -pronunció.

- que debes alejarte, pues me estás colmando la paciencia -repliqué, ignorando el hecho de que él sabía mi nombre.

Él rió, se cruzó de brazos y puso una mirada retadora.

-No me alejaré de ti -respondió con una sonrisa retadora. Si estuviera de buen humor, podría invitarlo a salir.

-Pues yo de ti sí -me levanté de mi silla y me alejé de aquella mesa.

Después de unos pocos pasos, escuché un grito que provenía del chico molesto:

-¡ME LLAMO VINCE!

Sobre amor y otras enfermedades crónicas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora