8º La sorpresa de Elizabeth

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8º La sorpresa de Elizabeth

Después de una silenciosa y sombría cena, los Wickham se retiraron a su habitación. Lydia estaba indignada con el comportamiento de su padre y sus hermanas con respecto a Lizzy. No comprendía la constante defensa de la que era objeto, cuando eran palpables las dificultades por las que ellos tenían que atravesar a diario. Y lo peor de todo era que era notorio lo bien que vivía el matrimonio Darcy. Por tanto, la única explicación aceptable que podía concebir es que se comportaban así por envidia. Al fin y al cabo era ella la que se había casado con Wickham.

George notó el malestar de su mujer, y aunque generalmente estaba poco dispuesto a soportar una rabieta de su inmadura esposa, esta vez veía claramente una oportunidad para sacar ventaja de ello. Así que se acercó a ella, para acompañarla hasta el escritorio, la hizo sentar frente al espejo y comenzó a masajear sus hombros con cariño.

-Pareces tensa, ¿qué te tiene en ese estado, querida?

-¿Es qué no lo has visto? ¿No te has percatado de que todas las atenciones las dedican a Lizzy? ¿Y yo qué? ¡Nadie se preocupa por mí!- Se cruzó de brazos molesta- La muy tonta pierde el habla, y todos van detrás de ella como si eso fuera importante- Bufó enfadada- Y mientras, nadie se compadece de mí y de lo aburrida que estoy. Si ni siquiera organizan ya cenas en casa y apenas salimos excepto a Netherfield por ella.

-Tienes toda la razón, querida- Asintió, sonriéndole a través del espejo. Y profundizando en su masaje, como tantas otras veces había hecho cuando tenía en mente un propósito en concreto, añadió - ¿Y si hubiera una forma de hacer que tu hermana pagase un pequeño tributo por el exceso de atención?

-¿A qué te refieres?- Le preguntó, mirándole algo sorprendida- Estoy enfadada con ella, pero Lizzy es mi hermana y no quiero hacerle daño.

-No vas a hacerle daño. Además, ¿cómo piensas que yo sería capaz de algo así?

-Tienes razón. Lo siento, tú jamás serías capaz de hacerle mal a nadie- Admitió ella con una sonrisa zalamera - Explícame que querías decir.

-Pues verás, tu hermana Elizabeth ha dejado una carta para que Kitty se la mande al señor Darcy mañana por la mañana, informándole de su partida, y había pensado que podríamos cambiar la carta- Lydia saltó en su sitio. Parecía horrorizada con la idea- Piénsalo, nosotros escribimos una carta diciéndole lo bien que está aquí, que no tiene nada de qué preocuparse. Solo omitimos el hecho de que ella se ha mudado a Netherfield, y así, toda la correspondencia que llegue vendrá a Longbourn.

-No entiendo que conseguimos con eso.

-Es muy sencillo, el señor Darcy creerá que todo va bien y no hará planes de adelantar su regreso. Su respuesta llegará a Longbourn y no a Netherfield, de modo que tu hermana no tendrá noticias suyas- Lydia sopesó sus palabras, creyendo que con ello lo único que haría sería volver infeliz a su hermana- Piénsalo de este modo, si Darcy regresa más pronto, tendremos que estar en su aburrida compañía el tiempo que nos queda aquí. En cambio, si se retrasa un par de semanas más, a tu hermana no le va a pasar nada y nosotros lo disfrutaremos. Además cuando vuelva Darcy, Elizabeth estará tan emocionada y feliz, que ni le importará la broma.

-No estoy convencida.

-Vamos- Wickham puso una voz melosa y besó suavemente el cuello de su esposa- Sabes que yo jamás haría algo que pudiera herir a tu familia- Declaró, besando de nuevo su cuello- Me has dicho que estás aburrida, y esta es una forma de entretenerte- Prosiguió, ascendiendo hasta morder levemente el lóbulo de su oreja, haciendo que ella jadeara- Y no puede salir nada malo de esto- Continuó, besando su mejilla, para avanzar después hacia la comisura de sus labios- ¿Confías en mí?- Susurró, antes de besar sus labios.

A pesar de todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora