~Adicta~

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"Te ayudaré a practicar. Solo lo haremos cuando estemos a solas. Será un secreto entre chicas."

Era curiosa. Era curiosa e irónica la forma en la que Yuma sentía que el tiempo se detenía cuando Hotaru la tocaba. Incluso si sabía que aquello estaba mal, que no era justo, que no era moral y que por supuesto no era algo que Takeda mereciera, una parte de ella no podía ni quería detenerse cuando la situación se precipitaba de aquella forma. Sus sentidos colapsaban y su cuerpo parecía perder el control sobre sus impulsos. Todo rastro de raciocinio, de lógica era arrojado a la basura. Y ya no podía pensar en nada más.

"Te besé con lengua antes que Takeda-kun. A partir de ahora, déjame ser la primera en todo"

Quizás era ella. La forma en la que sus ojos la miraban, la suavidad de su piel o el tacto cálido de sus manos. Quizás era la forma en la que su cuerpo se estremecía cuando sentía los besos en el cuello, su voz traviesa en el oído, los dedos que recorrían sus muslos... y no podía evitar gemir aunque sabía que ese tono pervertido no debería estar dirigido a ella en lo más mínimo.

"¿A que vienen esos gemidos~? Sólo nos estamos dando un baño, ¿no?"

Oh, aquello estaba tan mal.

Hotaru era como una droga. Autodestructiva, peligrosa y terriblemente adictiva. Y no estaba bien. No estaba bien a muchos niveles, era perfectamente consciente de eso. Takeda no merecía ser engañado de esa forma. No merecía que jugara con sus sentimientos como lo hacía y le mintiera tan burdamente. Takeda era un buen chico, era una gran persona, el novio que cualquier chica querría tener... pero Takeda nunca la había hecho sentir como Hotaru lo hacía. Ni los toques ni los besos con él le resultaron jamás adictivos. Sus caricias nunca la hicieron gemir por más, ni mucho menos calentaban su cuerpo ni su alma. Su corazón no se aceleraba nunca con Takeda como lo hacía con Hotaru. Todo era tan diferente cuando estaba con ella... tan distinto... tan confuso. Tan masoquista.

¿Por qué era tan diferente? ¿Por qué se sentía tan bien pero en el fondo dolía tanto? ¿Por qué aún sabiendo que no era correcto, que estaba engañando a su novio con su mejor amiga no podía detenerse? ¿Por qué no podía sólo decirle que no? ¿Por qué se había sentido tan triste y tan desesperadamente sola cuando Hotaru le dijo que iba a detener toda aquella historia? ¡Se suponía que solo estaban practicando! ¡A la mierda las practicas! Esas preguntas se repetían incesantemente en su cabeza una y otra y otra vez... sin respuesta.

"Como tu relación con Takeda-kun no funciona, quieres que te consuele ¿verdad? No me importa. Reemplazaré a Takeda por ti."

Hotaru era como un tenue rayo de luz en mitad de la oscuridad inmensa. La luz que sólo ella podía emitir para ella, guiándola como una pequeña luciérnaga en mitad de la noche más densa. Y ella se dejaba guiar. Y era incapaz de impedirle a esa luz cubrirla por completo. Sentir su calidez. Su tenue fulgor. El tibio brillo de sus alas.

No podía evitarlo. Y quizás Hotaru sólo jugaba con ella. Y quizás le gustaba dominarla, tentarla y ser perfectamente consciente del poder que ejercía sobre ella desde que habían empezado con aquel juego peligroso. Quizás todo era eso: un juego peligroso. La tela de una maliciosa araña en la que se enrredaba más y más cada vez. Un pozo profundo y oscuro donde caía y caía sin que nadie la sujetase. Un juego de seducción en el que era declarada como una absoluta e inadmisible perdedora.

"Eres una cobarde Yuma-chan. Sigue haciéndote la víctima y culpándome. Qué fácil, ¿eh?

Yuma sabía que Hotaru no era una buena persona. Le hacía daño, le mentía a la cara y por encima de todo engañaba a su novio con ella de la misma forma que ella lo había hecho con Takeda. Y no era el simple hecho de que lo engañaba; era el hecho de que ella misma se sentía engañada por ella. Ultrajada, traicionada. Asqueada y enferma. No podía soportar la idea de que Hotaru siguiera saliendo con Fujiwara cuando su compañía, su cercanía, sus besos y sus caricias le hacían sentir ese torbellino de emociones en su interior. Esos sentimientos que nunca antes había sentido. Esas maravillosas y confusas sensaciones que solo Hotaru le hacía sentir.

Solo ella. Solo ella y nadie más.

"Me pregunto que es este sentimiento... solo Hotaru me hace sentir de esta forma."

Hotaru era una droga. Una droga que como cualquier estupefaciente iba a terminar destruyéndola. Una droga que tarde o temprano la arrojaría y la dejaría sola en mitad de la oscuridad más absoluta, y luego regresaría con su tenue brillo, como una luciérnaga, a darle calor y esperanza a su alma para destruirla a pedazos al día siguiente. Un círculo vicioso; el pequeño demonio al que se sentía atada de por vida. Si solo pudiera simplemente detenerse... pero no podía. ¡Oh dios, no podía! Era profunda y completamente adicta. Completamente masoquista. Estaba completamente enganchada a ella.

"¿Realmente pensaste que era cien por cien práctica? ¿No has tenido en cuenta mis sentimientos? Creo que me gustas, Hotaru"

Y ese amor tóxico, autodestructivo y enfermo iba a terminar matándola. Pero a esas alturas, mientras pudiera estar con ella, mientras pudiera seguir teniéndola a su lado, sentir su calor y su tenue brillo... las consecuencias eran lo último que le importaban.

"Está bien Yuma-chan. Tal y como es ahora"

El sufrimiento era lo que menos importaba.

Adicta [Netsuzou Trap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora