Era martes por la noche, serían las 2 de la mañana mas o menos. Yo, Nikki Brown, sentada al borde de mi cama, leía apaciblemente un libro que me habían regalado. Al llevar un par de paginas leídas, me empezó a entrar sueño, pero intentaba espantarlo llendo al baño y lavandome la cara con agua fría. Estaba sola en casa. Mi madre había salido para ir al hospital para hacerle una visita a mi tía que esta en hurgencias porque no frenó bien con la bicicleta. La única luz de mi casa era la de mi cuarto y era de las de bajo consumo y no iluminaba demasiado, asi que forzaba bastante la vista para leer.
Unos 10 minutos después de comenzar mi lectura, recibo un whatsapp de mi mejor amiga Lucía, que me pregunta si se me había ido la luz. En ese preciso instante, se me va la luz del cuarto, lo cual me hace saltar cual palomita de mi cama. Tras recuperar la compostura, me levanto de la cama intentando iluminar un poco con mi movil para no tropezar. De repente, empiezo a escuchar pasos que provienen de un piso superior, cosa imposible ya que vivo en el último piso de mi edificio.
Ya en mitad del pasillo, decido llamar a mi amiga, pero para mi sorpresa, no tengo saldo. Desesperada, a solas y a oscuras me acerco un poco más a la cocina para ver si encuentro el mechero de mi padre que usa para encender sus puros.
- ¡ No está ! Mi grito aogado sonó por toda la casa y mi cara puso un gesto de terror al girar mi cabeza y ver que mi salón había sido puesto patas arriba. No encontraba explicación lógica para aquel suceso. Estube todo el rato en mi cuarto y no escuché nada. Pero lo más escalofriante de todo era que los cajones, que antes estaban bien colocados estaban tirados por el suelo apuntando a mi habitación.
En el momento en el que me dispongo a ir a mi dormitorio, mi movil se apaga porque no tiene batería, asi que me toca ir a tientas por el largo y oscuro pasillo.
A la entrada de la habitación, habían un monton de libros tirados en el suelo sin orden aparente y con los que fuí tropezando uno a uno hasta llegar a mi cama. Una vez alli, un poco histérica, lancé todo lo que había sobre ella al suelo y me enrosqué en la manta para caer rendida al sueño.
A la mañana siguiente, todo había vuelto a la normalidad. Nada tirado, cajones en su sitio,... Lo que si dejaba claro que esto no había sido un sueño era que sobre mi escritorio estaban el mechero y los puros acompañados de una nota, la cual ponía lo siguiente: ...REALMENTE, CREES QUE ESTABAS SOLA...
CONTINUARÁ...