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CAPÍTULO
QUINCE

El tiempo no se detiene. Él sigue su paso. Lento, pero seguro. Aunque cuando Tobirama estaba con ella, los minutos corrían tan rápido como un destello de luz. Luz. Ella era esa chispa que lo hacía sonreír cada día. Tiempo. Esa maldita magnitud física que lo unía y separaba de ella. Era casi una paradoja.

Después de aquella madrugada del cumpleaños de Tobirama, sucedió lo inevitable: aceptaron su amor. Sí, Tobirama Senju aceptó estar enamorado de ella, esa cabeza hueca e insurgente viajera en el tiempo. Ya no le importaba nada más que estar con ella. Aunque claro, querer no significa poder. Lamentablemente.

— Vas a casarte con ella en dos días —murmuró la rubia, recargada en el pecho de Tobirama, quien a su vez reposaba tranquilo sobre la colina. Hacía un día hermoso y él no pudo evitar invitar a su chica a disfrutar de las bendiciones que la tierra les otorgaba.

Su chica. Suya. El solo pronunciar dichas palabras en su mente,hacía que su pulso tomaba velocidad.

— A ti es a quien amo —respondió él sin dudarlo ni un segundo—. Si tú me lo pides, yo... —a pesar de que la Uzumaki le impidió completar la frase, él estaba segurísimo de lo que diría.

Si ella se lo pedía, él rompía el trato con el clan Kawahashi.

Estaba cansado de fingir.

Quería a Phoenix Uzumaki como su mujer, no a Sora Kawahashi. Sora era solo un maldito estorbo.

— Por favor, no —tomando asiento, la chica posó su mirada oceánica en esos ojos rubí frente a ella—. Sora podrá darte lo que yo no: una familia, hijos, estabilidad... ¡Un hogar! No quiero ser tan egoísta.

— ¿Egoísta? —enarcó una ceja, cuestionando las palabras de su chica—. Egoísta el tiempo que nos une y nos separa —farfulló, pasando sus dedos en forma de caricias por el mentón de la rubia—. Yo lucharía contra quien sea por ti. Creelo.

— Por desgracia, no podemos luchar contra el tiempo.

— Eso no lo sabemos —antes de que Phoenix pudiera reaccionar, él ya había tomado sus labios en un dócil beso que se extendió por varios minutos, siendo acompañado por tiernas y dulces caricias. Tal parecía que las manos del Segundo Hokage no solo acababan y destrozaban a sus enemigos, sabían exactamente cómo hacer sentir bien a la Uzumaki que con solo un dócil tacto del albino, ya estaba rendida a sus pies. El amor te atonta. Te hace feliz e irracional.

Con un beso en la frente de ella, el Senju interrumpió el tierno momento, para luego ponerse de pie. Estar enamorado no significaba para nada el abandonar sus labores y funciones como líder de la aldea. No podía echar por la borda todo el esfuerzo puesto en Konoha, especialmente el de su hermano mayor.

— ¿A dónde vas?

— Reunión con el cuerpo policial.

— Oh, te reunirás con los Uchiha.

— Así es. El cuerpo policial aún está en formación y hay detalles que pulir.

— Mucha suerte —se levantó y tirando de los hombros del hombre, dejó un inocente beso en su mejilla.

En cuanto él desapareció, la rubia dio una caminata. Debido al descanso que se estaban tomando los padres de Tsunade, no debía estar detrás de ella cuidándole. Tal parecía que la señora había sufrido una decaída por tan poco descanso y no tuvo otra opción más que volver a casa. Francamente, la Uzumaki lo agradecía. Tsunade era una niña hermosa en todos los sentidos, merecía estar con su madre y no siendo cuidada por ninjas y una desconocida viajera en el tiempo.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora