7- Visita inesperada

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Cuando me despierto, falta algo a mi lado. En lugar de Inuyasha, hay un apetitoso desayuno y una pequeña nota. Agarro el papel y lo leo.

Sé que no son lo mismo unas tortitas que tenerme a mí, pero al menos tienes algo similar a lo bueno que estoy yo.

Desayuna tranquila. Estoy en el gimnasio. Pasaré por la habitación en un rato para bajar a la piscina y ayudarte si te duele el tobillo, a no ser que ya no te duela y quieras bajar. No te esfuerces.

Un beso, "Inu".

No puedo evitar reír con su comentario. Es increíble. Tal y como me ha dicho, he desayunado con calma. Me da mucha alegría el ponerme de pie y no sentir casi nada de dolor, tan sólo unas molestias. Me doy una ducha rápida y me pongo el bikini. Me miro en el espejo y confirmo mis sospechas. El gran hematoma de mi cadera queda totalmente a la vista. La parte baja me molesta un poco, pero puedo soportarlo. Creo que voy a tener que coger una de las camisas de Inuyasha. Si tengo suerte, me quedará como un vestido y lo ocultará.

Justo cuando llego al armario, la puerta de la habitación se abre.

- Hola. ¿Qué tal has dormido?

- ¡No me mires!- le aviso metiéndome dentro del mueble. Estoy como una regadera.

- Oh, vamos. Estás en bikini. ¿Qué no habré visto ya?

- No seas imbécil.

- Soy realista. Venga, sal. Ya te bañaste ayer conmigo, es lo mismo.- Sí, salvo por el bote de pintura morado que parece que me echaron. Abre la otra puerta y me mira sonriendo.

- ¿Puedo ponerme una camisa tuya?- le pregunto camuflándome con el resto de la ropa. Él estalla en carcajadas.

- Sí, claro. Ay dios, creo que las tortitas no estaban del todo bien- ríe.

- ¡No te burles de mí!- respondo aguantando la risa.

- Es que tienes cada cosa...

Después de muchos intentos erróneos, consigo vestirme y salgo.

- Ya estoy.

- ¿Ya estás mejor?

- Sí.

- Genial- me besa. Posa sus manos en mi cintura y nos quedamos así unos segundos. Podría acostumbrarme a esto-. Pues no te queda nada mal.

- Vaya, un cumplido de parte del gruñón. Lo apuntaré en el calendario.

- Tonta.

Me atrae hacia él. Por desgracia, apreta la zona dolorida.

- Mierda- murmuro.

- ¿Estás bien? Kag.

- Sí, sí.

Me mira con el ceño fruncido. No me cree. Veo que me analiza de arriba a abajo.

- Ven.

Me tiende una mano y me lleva hasta la cama. Me siento, y él se arrodilla delante de mí. Quita las vendas de mi pie y le da el visto bueno. Seguidamente, sus grandes manos se deslizan por mis gemelos y suben hasta mis rodillas. Me sonrojo sin poder impedirlo. Continúa su trayecto por mis muslos y se detiene en mi cadera. Cierro los ojos conteniendo las punzadas. No me da tiempo a detenerle cuando ya me ha levantado la camisa.

- ¡Joder! Lo sabía. Ya me extrañaba a mí que no te hubieras dado en ningún otro sitio. ¿Por qué no me has dicho nada?- dice enfadado.

- Yo... Lo siento. No quería preocuparte. Ya te he causado bastantes molestias. Además, no tiene importancia.

- ¿Cómo que no tiene importancia? Y no me causas nada, boba- responde abrazándome-. Debiste habérmelo dicho.

- Lo sé.

- Voy a ponerte una crema. Te aliviará el dolor. Ahora vengo.

Espero en la cama a que regrese. Estos días están resultando bastante confusos. No llego a hacerme a la idea de que Inuyasha sienta algo por mi. ¿Acaso quiere que estemos juntos? ¿Qué es lo que somos exactamente?

- ¡Lárgate de aquí! ¡No eres bienvenido en mi casa!- Esa es la voz de Inuyasha. ¿Qué está pasando?

Con paso inseguro, salgo de la habitación y me dirijo a las escaleras. Hay un chico en la puerta. Parece tener unos años más que nosotros, pero no demasiados. Su pelo es largo y negro y su mirada, es tan oscura que me dan escalofríos.

- Vaya... Tú debes de ser Kagome. Ven, acércate. Hay algo que deberías saber.

- Kag, no le hagas caso. Vuelve a mi dormitorio. No le escuches, es un imbécil- dice Inuyasha impidiéndole el paso.

- ¿Por qué te empeñas en ocultarle la verdad? ¿Acaso tienes miedo de que cuando sepa la mentira que ocultas te abandone?- ¿Qué? ¿De qué está hablando?

Ignorando sus órdenes, bajo los escalones y me acerco a ellos.

- Naraku, lárgate de aquí.

- Dile la verdad. No seas cobarde. Cuéntale tu verdadera identidad y lo que pasó con tu amada Kikyo.

- ¡Basta!- Taisho levanta el brazo y golpea su rostro. Un pequeño hilo rojo comienza a salir de su nariz.

- ¡Inuyasha!

- Todo esto es cosa mía, yo decido lo que hago. No vuelvas a pisar mi maldita casa. ¡Nunca!

Y con un empujón y un portazo, ese tal Naraku desaparece de mi vista.
Sin mirarme a la cara, camina firme hasta una mesa y me tiende una caja rectangular.

- Inuyasha.

- Échate bastante. Tardará unos minutos en hacer efecto. Estaré en el gimnasio. Ve a mi habitación o quédate en el jardín. No se te ocurra abrirle la puerta a nadie.- Su tono es tan frío que siento como si clavaran una daga en mi pecho.

¿Quién es ese hombre? ¿Por qué Inuyasha se ha puesto así de repente? ¿Quién es esa mujer? ¿Su novia? ¿Acaso ama a otra persona?

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Hola a todos/as.

Lamento no hacer capítulos tan largos como los anteriores pero he tenido falta de inspiración. Intentaré actualizar lo antes posible y con más texto.

Esta publicación va dedicada a todas esas personas que me acompañan en cada capítulo. Pero quisiera agradecer especialmente a AuraMishelCapsule por hacer constancia de su opinión en los comentarios, por votar y apoyarme en cada uno de ellos. Una vez más, gracias.

¡Si os ha gustado dadle a 🌟 y comentad! ¡Nos vemos en el siguiente capítulo!


Inuyasha y Kagome ¿Jugamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora