¿Quién dijo que las despedidas no eran dolorosas?

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Miré hacia el reloj. Eran las 7 de la mañana. Hasta yo estaba sorprendida: ¿Yo despierta a esas horas? Llevaba toda la noche en vela pensando en todo. ¿Era mala gente por no querer volver a Barcelona solo por esos chicos? ¿Por qué estaba tan confundida? ¿Qué pasó con Isaza cuando estaba borracha? ¿Será verdad que me quieren? ¿Por qué Villa estaba tan celoso de Isaza? Estaba demasiado confundida. Solo quería paz cuando me encontraba en una guerra amorosa. De estar más sola que la una a tener a dos chicos perfectos detrás. ¿No podía ser solo uno? Una mezcla de ambos estaría bien. La dulzura de Isaza y la picardía de Villamil. Tampoco pido tanto. Un Isamil o un Villaza. Toda esta historia me estaba volviendo loca. Necesitaba un café. Me levanté a la cafetera y me hice un delicioso y caliente café con miel. Tenía un pequeño problema con el café con miel.  Al menos el café no podía sufrir y no le podía hacer daño. Me lo bebí lentamente mientras escuchaba canciones tristes por Spotify. De repente me llegó un mensaje de Whatsapp. Era de mi ex. ¿Qué quería ese cabrón? Abrí la conversación y me topé con un mensaje que ponía lo siguiente:

Hola Laura. Entiendo que me odies. Pero he reflexionado y quiero pasar el resto de mis días contigo. He dejado a Ana. Te juro que solo te amo a ti. Respóndeme, por favor.

Obviamente yo le respondí de una manera sutil:

Hola hijo de perra. Ojalá te mueras. No te tocaría ni con el palo de una fregona. Ojalá pilles tres tipos de sida. No me hables más a menos que quieras que vaya a Barcelona a matarte. Mejor para Ana que se aleje de un gilipollas como tú. Adiós, subnormal.

Que a gusto me quedé. Volví a mirar el reloj: aún faltaban horas para que alguien se levantara. O eso creía yo. Empecé a oír voces y ruidos de arriba. Corrí a verles. Me encontré con todos los chicos haciendo maletas y demás.

-Hola chicos. ¿Qué pasa?- Pregunté mirando todas las maletas.

Isaza y Villamil corrieron a abrazarme con fuerza. ¿Qué pasaba? ¿Quién había muerto?

-Nos volvemos a Bogotá una larga temporada.- Anunció Simón.

-¿¡Qué!?- Grité.

No se podían ir. Me negaba a perderles. ¿Por qué no me avisaron? 

-Laura... Necesito hablar contigo.- Dijo Villamil agarrándome del brazo.

Fuimos a la escalera. No le dio tiempo ni ha abrir la boca antes de que yo le abrazara con fuerza. 

-Tranquila...Volveremos sanos y salvos.

-Villamil... No te quiero perder.

Cuando me pude dar cuenta ya tenía los labios de Villa posados en los míos. 

-Ni yo a ti.- Susurró acariciándome la cara.

Le abracé lo más fuerte que pude. Nos besamos una vez más antes de volver con los demás. Todos me miraron fijamente. Sospechaban algo. Intenté olvidarme de que los iba a perder. Supongo que el beso de Villa me relajó. Me ofrecí a llevarles al aeropuerto.

-¿Por qué os vais?- Pregunté metiendo la última maleta en el maletero.

-Esto solo era temporal. Tenemos cosas que hacer en Bogotá.- Explicó Martín.

-Ahora que lo pienso, ¿te has despedido de tu amada María?

-Rompí con ella anoche. No quiero que sufra.- Dijo bastante triste.

-Has hecho bien.- Le apoyé.

Fuimos al aeropuerto. Justo antes de que todos se fueran le agarré del brazo a Isaza y le susurré al oído un: "Echaré de menos tu sombrero, conejito." Justo antes de darle un beso en la mejilla. Él asintió con una sonrisa en la cara. Y así les perdí. Aguantándome las lágrimas. Pensando cómo sobreviviría sin ellos. Suspiré y me froté la cabeza. De repente oí una voz gritando el nombre de Martín. Era María. 

-¿Dónde están?- preguntó llorando.

-Acaban de ir hacia el avión.

-Necesito despedirme. Ven conmigo.- Dijo agarrándome del brazo.

Corrimos a toda velocidad. Vi a la distancia a los cuatro chicos. Nos acercamos a toda velocidad y María saltó encima de Martín. Ojalá tener el amor que ellos tenían.

-¿Qué hacéis aquí?- Preguntó Simón.

-Quería despedirse.- Respondí mirando a esos dos enamorados besándose apasionadamente.

-¿Y tú?- Dijo Villamil.- ¿Qué haces aquí?

-Quería ver la escena romántica. 

Abracé a todos por segunda vez. Al abrazar a Isaza me susurró al oído un: "Yo también te extrañaré, te quiero." Lo cual hizo que se me marcara una sonrisa en la cara. 

Fuimos a casa María y yo con un vacío en el corazón. Dolía perderles. Pero Bogotá era su ciudad. No podía obligarlos a quedarse en España por mi. Sería demasiado hipócrita. Y así nos quedamos solas. Tal y como llegamos a Madrid. 

Enamorada de ambosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora