Capítulo XXIII [Me Niego]

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POV Luna.

— Amo las galletas con chispas de chocolate, son mis favoritas. — declaró Matteo llevándose una galleta a la boca.

Después de que Matteo terminara de golpear a Simon y Simon terminara de maldecirnos y prometernos que se vengaria de la peor manera posible, Matteo sacó las galletas, se sentó en mi cama y me invitó a comerlas con él como si nada hubiera pasado.

Y creo que eso me gusta de él, aunque esté enojado, jamás se desquita conmigo, es como si nunca hubiese estado a punto de matar a Simon, me encanta que pueda controlarse y no sea un impulsivo. Si atacó a Simon fue porque la situación se estaba saliendo de control, pero en este momento su única meta es hacerme sonreír.

— Mmmh, debo admitir que son buenas pero imagínate si a las galletas con chispas le agregaríamos canela y nuez...sería perfecto. — opine dándole un mordisco a la galleta que la mamá de Matteo había preparado.

— Un día hay que hacer galletas. — propuso.

— Si claro, luego abriré un local de galletas y seré como cake Boss. — reí.

— Hola, señorita Buddy Balastro. — rió Matteo. — Aunque igual cocinas excelente, mi mamá nos dijo que la pasta de la otra noche la hiciste tú y la verdad te quedo espectacular. — me recordó. — Pero yo también soy un buen cocinero así que...¿cocinas conmigo?

Baje la mirada.

Esa noche había hecho la pasta con un recuerdo mío cocinado con una mujer, que según yo y mis recuerdos era mi madre. Lo cual me recuerda a la mujer de está tarde, aquella morocha con ojos grandes y cabello lacio, ella sabe algo de mi madre y me encantaría saber que es.

Mañana la iré a buscar.

— Hey, hey, hey, tierra llamando a Luna Valente. — captó mi atención Matteo. — Si no quieres cocinar conmigo solo dímelo. — hizo un puchero y reí.

— No es eso, me agradaría cocinar contigo es solo que esa noche cocine con un recuerdo y creo que ese pequeño recuerdo puede desencadenar muchas cosas. — suspiré.

— Si quieres contarme yo estaré aquí para escuchar, ¿sabes? — colocó su mano encima de la mía y asentí.

— Es complicado y no, no quiero hablar de eso.

¿Cómo se supone que le iba a decir que mi madrina es una bruja abusiva y golpeadora, que me priva de saber quiénes son mis padres y que hoy una mujer vino y le dijo mamá para luego ponerse a llorar cuando me vio y confirmar Sharey?

Demasiada información.

— Entiendo. — sonrío. — Luna, ¿puedo hacerte una pregunta?

— La harás de todos modos así que si.

— Por lo que he visto, Simón no es un caballero que digamos...te trata mal y es un hijo de puta, ¿por qué aún lo quieres? — preguntó.

Tragué saliva.

— Ah, es complicado pero digamos que mi vida, a diferencia de  lo que muchos piensan, no es un cuento de hadas. — suspiré. — Si, vivo en una mansión, con cocinera que está las veinticuatro horas del día para mí, una mucama, un auto con chofer, una gran alcoba, ropa costosa y zapatos de diseñador, todo lo que una chica puede querer. — hice una mueca. — Sin embargo cambiaría todo eso por...una familia. — confesé y él me miró  sorprendido. — Una familia y amigos de verdad, daría toda mi ropa, zapatos, simplemente todo para llamar a "mamá" y "papá" a dos personas. — sonreí melancólica. — Cuando estaba en mis peores momentos, cuando no había quien me escuchara, cuando me sentía más sola que nunca, ahí estaba él...— hablé. — siempre que estaba llorando en mi cama, sola, él entraba por la cocina o por alguna ventana del living y subía a mi cuarto, me consolaba, me escuchaba y sobretodo me ayudaba. — mis ojos comenzaban a arder. — Me defendía de todo y de todos, era como su princesa, siempre me tenía en un castillo de cristal que el mismo construía y me cuidaba noche y día, con el pude sentirme segura y escuchada. Me prometió tantas cosas...hasta hablábamos de casarnos algún día. — solté una pequeña risa, fui tan ingenua. — Éramos perfectos, vivimos tantas cosas y logró tatuarse no sólo en mi piel, si no hasta mis huesos.
Un día Ámbar llego. Él comenzó a dejar de tener atenciones conmigo, desde que ella llegó nunca más lo vi entrar por las ventanas o forzar puertas para consolarme en las noches y créeme que lo necesite más de una vez, aún lo sigo necesitando. — no quería llorar de nuevo, dije que era la última lágrima que derramaba por Simón y así iba a hacer, así que me tragué todo. — Por eso no me es fácil soltarlo, fueron casi tres años y...es difícil.

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