Auxilio

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Existían varios clanes con poder por todo japón

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Existían varios clanes con poder por todo japón.

Los nombres podían ir variando por cada persona y país. Delincuentes, mafia, Yakuza.

Los integrantes preferían denominarse clanes. Clanes que tienen antepasados con cada historia, renombre y poder por cada apellido.

El apellido Kageyama era uno que provocaba temor a varios. El clan Kageyama era bastante reconocido por tener más de quinientos hombres a su disposición, una gran cantidad de armas y contactos por doquier.

Tetsurō era uno de esos hombres, conocido por el más fiel. Los Kuroo fueron desde años atrás los que más contacto tenían con la familia Kageyama. Los gatos negros, sigilosos y peligrosos.

Estacionó el auto en el que iba y antes de bajar escuchó un par de golpes en la ventana. Miró fuera, una persona estaba con una sonrisa de oreja a oreja moviendo la mano en forma de saludo.

— ¡Kuroo! ¡Qué visita!

Bajó la ventana, sin quitar su mirada del chico.

— ¿Vienes a ver a Daichi? ¿O a Suga?

— A ambos, si es posible.

— Oh, oh. ¿Hay problemas?

Salió del auto sin tomarse el tiempo de sacar las llaves y siguió al chico rapado, que hablaba sin quitar su sonrisa.

Al contrario de la casa de la familia Kageyama, el clan Sawamura tenía un edificio a su disposición. De unos cinco pisos en total, bastante elegante por dentro y con una muy buena seguridad.

Y al entrar al ascensor, en vez de subir, bajaron.

— ¿Hay problemas aquí también?

Por fuera, el edificio no tenía ni siquiera estacionamiento bajo tierra, así que se veía que solo era un edificio con cinco pisos. Como también tres ascensores. Dos eran a disposición para todo público, otro solo para personal o parte de los clanes que tenía desde el número cinco hasta el uno negativo, donde se organizaban reuniones privadas.

Cuando el ascensor se abrió, Kuroo pudo ver la cabellera gris de una persona conocida y no tardó en llamarlo.

La persona se giró, algo sorprendido por el repentino grito que mandó.

— Kuroo.

El nombrado se acercó, frunciendo un poco el ceño.

— No te ves muy sorprendido de verme.

Sugawara abrió la puerta por la que estaba por entrar antes de ser llamado y lo invitó a entrar. Kuroo ingresó después del más bajo, observando el interior de la sala.

Daichi estaba parado en medio de todo, hablando con fuerza y su voz hacía un poco de eco en las paredes. Las personas sentadas en las sillas en circulo lo escuchaban con atención.

Deuda | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora