Día 6

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Rusia:
Rutina, recuerdos, reunión familiar.
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(Recuerdos)


Cabello rubio

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Pasaba el cepillo por su suave cabellera rubia, mientras se miraba en el espejo. A pesar de ser lizo, su cabello era muy rebelde, 'tal como yo', pensó. Riendo ante la ironía, se dio cuenta de un detalle. Las hebras doradas que antes apenas rozaban los hombros, ahora llegaban casi a la mitad de su brazo. Había crecido y no lo notó, o mas bien bien, ya no le importó.

Cuanto amaba el cabello largo, tal como solía ser el de su madre.

Aún recuerda la época cuando lo tenía tan largo como ella. Fue en aquel campamento de verano que organizó Yakov hace ya ocho años. Ella siempre resaltó y eso le generó el odio de sus compañeros. A pesar de que sólo los ignoraba, su hostilidad era demasiada, llegando al punto de agredirla físicamente, cortando su larga melena rubia. Aquel día había optado por no volver a dejar crecer su cabello. Pero a pesar de ello, no todo fue malo, porque ese día conoció a alguien muy especial.

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Escondida bajo la sombra de aquel gran roble, Yuri observaba las hebras de cabello dorado que yacían sujetas en aquel lazo azul, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y los suaves sollozos que no podían ser contenidos, escapaban de de su garganta.

Sus ropas estaban sucias y completamente maltratadas, sus muñecas dolían, comenzándose a ver los moratones que probablemente mañana se verían desagradables. Se sentía horrible. ¿Qué hizo para merecer eso? ¿Qué hizo para merecer todo lo que lo que ocurría? Tal vez su padre tenía razón y era una mala persona.

Su mirada se endureció. Si ella era una mala persona, esos niños también. Bola de envidiosos que no podían ver a alguien triunfar por sobre ellos. Patéticos.

— Ejemm — se sobresaltó, limpiando rápidamente sus lágrimas y levantando la cabeza para mirar a un niño tal vez un par de años mayor —. Yo... Ammm

— ¿Qué quieres? — la niña gruñó, ofreciéndole una dura mirada — ¿Vienes a burlarte de mi o qué?

— ¿Eh? ¡No! — el chico negó rápidamente, siendo ligeramente intimidado por la destellante mirada ajena — yo...

— ¡Lárgate! — la pequeña rubia gritó, regresando su mirada hacia el gran mechón de cabello entre sus manos. Las lágrimas querían volver a salir. Trataba de detenerlas, pero algunas lograban escaparse, limpiándolas rápidamente.

El chico se quedó en silencio, mirando como la persona que tanto había llamado su atención, se encontraba sentada bajo aquel árbol, tratando de encubrir sus sollozos. Completamente vulnerable, pero aún tratando de ser fuerte. Era increíble y sentía que debía hacer algo.

Con cautela se acercó y se hincó en frente, ofreciéndole un pañuelo. Ella miró el pedazo de tela ofrecida y frunció el ceño, levantando la mirada, dispuesta a reclamarle al otro, pero éste interrumpió.

— Anda, tómalo — él dijo en un tono tranquilo —. Te vez horrible cuando lloras ¿Sabías?

Parpadeo mirando al muchacho, para luego cambiar su expresión a una molesta.

Historias de un gato y un oso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora