Capítulo 4: En manos de los Ayax

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Atania, la madre de Aaron, no podía sentirse más aterrada y culpable en ese momento. Había escuchado sobre la premonición de Chenei, aunque ese tipo era algo extraño teía la razón la mayoría de las veces. Aún así había dejado que Aaron y Sofía se vayan sin la menor preocupación.

Ahora se encontraba sentada en las afueras de su casa, con las manos y pies atados junto a su hija mayor. Y no tenía idea de donde se encontraba su hijo. Lagrimas incontrolables caían por sus mejillas y no paraba de pensar en Aaron y Sofía. Talvez lograron escapar e irse por la pradera. aunque podrían perderse, sería un mejor destino que estar en manos de los Ayax.

Cerca de Atania, amordazado y de rodillas en el suelo, se encontraba Gael, que en ese momento no deseaba nada más que tener es sus brazos a su pobre hija. Veía como los Ayax prendían fuego a las casas de quienes se resistian, como tomaban las cosas más preciadas para su pueblo y quemaban sus sembríos, ya que ellos no comían nada. Lo que más le entristecía era ver como tomaban a los niños y jóvenes para venderlos como escalvos en tierras lejanas, mas allá de las montañas del norte donde nadie tenía conciencia. Talvez era bueno que ninguna de sus dos hijas se encontrara con el esa noche. Solo deseaba que Sofía y su hermana mayor Iris estén a salvo y lejos de estos horribles monstruos.

No muy lejos de ahí, Sofía se había despertado. Deseaba que esa noche no hubiera ocurrido, pero al oir los gritos distantes supo que no había sido un sueño. Aaron estaba junto a ella, alimentando a Mingo para que se calme.

-Buenos días- dijo, con el rostro sombrío. -Debemos salir de aquí Sofi. Si nos quedamos más tiempo, nos encontrarán.

-¡Pero, nuestras familias! No podemos irnos así, dejándolos solos. Además, con que viajaremos, no tenemos más comida que la de ayer y moriríamos del frío en la noche.-

-Pero no hay más opciones, si regresamos de seguro nos atraparán. y no podemos quedarnos aquí otra noche-

 Aaron estaba luchando con cada fibra de su ser, todo lo que quería era regresar a su casa, buscar a su mamá y a su hermana y quedarse con ellas. Pero la razón ganaba, si regresaban no estaría junto a ellas, solo sería amordazado y llevado por los Ajax, quienes usaban a los hombres para trabajar en sus minas de zafiro, la piedra mas codiciada en el sur. Las minas tenían tantos años de antigüedad que la excavación era de profundidades desconocidas, y los Ajax, esos seres sin corazón ni alma, no podían entrar por si mismos, ya que su único medio de sobrevivir era el sol. Así que secuestraban  hombres para esclavizarlos y vivir de las riquezas que sacaban, vendiendo las piedras preciosas en naciones lejanas. Aaron siempre tuvo miedo a ser cautivo, a trabajar para crueles amos toda su vida. Si regresaba y lo atraparan, la esclavitud sería su destino, y no lo soportaría, preferiría morir. 

-Sofi, sabes que tengo razón, no haremos bien a nadie regresando. Tal vez podemos llegar a alguna aldea vecina y pedir ayuda, alertarlos de los ataques y tal vez interceptarlos para salvar a algunas personas- dijo Aaron, poniendo una dura cara de seriedad para evitar quebrarse frente a su mejor amiga. Sofía había empezado a llorar de nuevo pero le dio la razón. 

Como los ajax habían llegado desde el sur, deberían dirigirse al norte, para alertar a las aldeas vecinas que encuentren en el camino. El día era soleado, lo cual para Sofia era un insulto del cielo que tanto amaba. En la gigante pradera de pastos amarillos, llenas de trigo que cosechaban todos los días, empezaron a caminar con la mirada en las montañas.  

Atiana observaba en ese mismo momento las mismas montañas a donde se dirigía su hijo, y por un momento solamente, sintió paz y certeza de que Aarón y Sofía habían escapado, e irían hacia las montañas con las que siempre habían soñado. Atiana nunca quizo que su hijo fuera un viajero del viento, lo quería cerca en su aldea, trabajando junto a ella. Sin embargo, nunca impidió que su esposo llenara de cuentos la cabeza de sus hijos, la realidad era muy dura en las aldeas pobres y los cuentos de viajeros era una sana forma de escapar. Lágrimas corrieron por sus ojos y empezó a gritar de dolor cuando la tomaron por el cabello para levantarla y separarla de su hija. Ella nunca sabría su destino hasta llegar, ya que los Ajax se comunicaban de formas desconocidas, nunca emitían sonidos. Lloro mientras la amarraban en fila a otras mujeres y hombres encaminándolos hacia el este,a  las costas de la nación, donde talvez sería vendida a piratas o esclavizada por los amos de los puertos.  

Mientras caminaba, sus ojos se cruzaron brevemente con los de Gael, quien estaba tirado en el suelo, cerca de la inconsciencia. Había tratado de defender a una pequeña niña mientras la golpeaban por escapar de una jaula e ir donde su madre. Gael tenía golpes en todo su cuerpo, veía que había sangre en el suelo pero no sabía si era de el, o del ajax a quien atacó por la espalda. La nuca era el único lugar descubierto donde pudo ver la blanca piel del abominable ser y lo hirió. No sin llevarse una golpiza. 

Gael vio a Atiana siendo atada y casi arrastrada, quizo levantarse y defenderla, pero nada respondía en su cuerpo atormentado. Sintió que un gran Ajax lo levantaba arrastraba donde los demás hombres y al caer al suelo, perdió el conocimiento. 

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2020 ⏰

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