Desesperación, angustia. Vacío.
Dolor en el pecho, te falta el aire.. Sentís que algo presiona fuertemente sobre tus pulmones e impide que el aire circule libremente.
Terminar una relación no es cosa fácil, se activan todos tus temores, la tristeza invade tu vida, y la tiñe de un color oscuro y asfixiante. En ese momento se apagan todas las luces, se baja el telón. No hay una salida aparente, ni siquiera alguna luz de salida de emergencia.
Solo queres tirarte a una cama, en una habitación oscura y terriblemente silenciosa, queres que la vida pase.. que siga girando a su ritmo, sin que nadie ni nada se percate de que estas ahí.. hecha mil pedazos, sin voz, sin ganas.. sin capacidad de sonreír o de pensar en algo positivo… y así los días van pasando.
La angustia por momentos cede.. y por otros toma el comando de tu vida. No te deja avanzar, no te deja pensar que mañana va a ser mejor.
Si en algún momento lográs dormir.. ahí vienen los sueños, para recordar las escenas más dolorosas, transformarlas, mezclarlas, confundirlas.. en fin para que cuando despiertes te sientas un poco mas atormentado por el dolor y la angustia. Y si llegara a ser un lindo sueño.. cuando despertas, la realidad te golpea fuerte en el estomago, fracturándote las costillas de la esperanza, te deja sin aire y la ausencia duele aun más.
La soledad duele, desconcierta. Te penetra como un frio invierno calándote los huesos.. haciendo que el dolor se vuelva paralizante.
Ves todo negativo, apenas podes percibir las figuras en el mundo exterior.. vas por ahí caminando como una persona en estado de coma, que levitó de su cuerpo y ve todo lejano y distante. Nadie se percata de andas por ahí como una sombra ambulante, con una respiración tenua y gélida. Los latidos de tu corazón son casi imperceptibles, solo te das cuenta de que sigue ahí cuando sentís esas fuertes y agudas punzadas de dolor.. Aun late, aun sangra.. Aun sigue manteniéndote en este mundo. Seguís acá.. Qué más se puede hacer? Por cuánto tiempo un alma se puede aferrar a un cuerpo que se va dejando morir lentamente? La respuesta es incierta. Somos terrenales, poseemos objetos, poseemos personas.. poseemos pensamientos.. Posesión terrenal. Y es así como nuestro cuerpo se va volviendo la cárcel del alma, que lejos de irse secando junto al cuerpo, lanza desesperados gritos de auxilio. Se aferra a la vida y es la culpable de sigamos intentando una y otra vez transitar por este mundo, en busca de la felicidad. Felicidad que quizás no hallemos nunca, y que sólo nos lleve a probar miles de versiones del sabor al fracaso.