Capítulo 1

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Michael suspiraba, estaba sentado en su escritorio mirando por la ventana. En la mesa estaba el viejo libro que había encontrado en el bosque, ya hacían semanas de eso y no había sido, exactamente, la mejor experiencia de su vida.

(—¡Oye, qué haces con eso!

Una voz cercana lo sacó de su ensimismamiento, había estado ya varios segundos sosteniendo ese libro que acaba de encontrar. Miró inmediatamente de dónde provenía la voz, un hombre se acercaba y se asomaba por un árbol, no tenía buena cara.

Michael se puso alerta, nunca se había encontrado con otra persona en el bosque, no una que llegara de esa manera.

—Te dije que qué haces con eso —volvió a hablar con rudeza, se acercó más y cruzó sus brazos.

—Eh, yo... Es que lo encontré aquí —su voz salió como un gemido.

Una situación como esa en un bosque sí daba miedo.

El extraño suavizó su ceño y descruzó los brazos, suspiró. Su cabello era tan oscuro que se confundía con la noche. El cabello de Michael, incluso en la oscuridad, aún se veía blanquecino.

—Eso es mío —habló el hombre más calmado.

Realmente era un muchacho, su voz aún sonaba como un adolescente, no debía tener más de veinte años.

—Oh, bueno —respondió aún nervioso—, lamento haberlo desenterrado, es que...

—¿Acaso no te has dado cuenta de que estoy muerto? —lo interrumpió con una ceja alzada.

¿Muerto? Se dijo Michael. ¿A qué se estaba refiriendo?

El menor no supo qué responder, sólo miró a quien tenía enfrente de arriba abajo, extrañado. Se levantó y le tendió el libro.

—Tome, señor, lo siento —dijo apenado, ignoró completamente lo que el hombre había dicho segundos atrás.

—Muerto —pronunció lentamente.

Michael lo miró más extraño y sintió miedo. Vio como el extraño se acercó hasta estar frente a él, Michael pensó que desde ahí podría escuchar el latido acelerado de su corazón. Vio, también, como extendió su mano para tomar el libro y, sorprendentemente, terminó atravesándolo. Su mano pasó de un lado a otro, como si el libro no estuviera.

Abrió sus ojos y boca estupefacto, alzó su mirada hacia el hombre, él lo miraba con total normalidad, su mano seguía atravesando el libro.

Michael trató de alejarse, volvió a tropezar y cayó de espaldas, empezó a jadear.

—Soy un fantasma —habló con un tono de nostalgia en su voz.

Michael soltó otro gemido, el pánico lo consumió y terminó gritando. Vio como el supuesto fantasma tapaba sus oídos y hacía una mueca al escucharlo.

Un extraño, pálido hasta los huesos y que atraviesa cosas, se dijo alarmado. ¿Me habré comido algún hongo alucinógeno?

Tendría un infarto si su corazón seguía latiendo de esa manera. No sabía qué hacer o pensar, no quería morir o, peor, ser poseído por un espíritu... O, en todo caso, que un loco que podía hacer magia lo matara.

—¿Me va a matar? —gimió con la voz ronca.

—No, puedes verme porque desenterraste mi diario, es todo —respondió rápido y simple.

—Tengo que estar soñando, tengo que estar soñando... —murmuró con ansiedad una y otra vez, el fantasma rodó los ojos.

—Bueno, tal vez tenga que perseguirte ahora que tienes mi diario... —comentó rascándose la nuca.

Pétalos [gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora