Me gustaba pensar que de lo destrozado nacía su belleza, que lo seductor y lo cálido que es, simplemente era una pieza más del mecanismo de oro que escondía en su interior, algo descompuesto quizá, por la falta de aceite impregnado en amor que le faltaba a lo largo de los días, semanas, años tal vez, que nadie supo cómo brindarle a un no tan pequeño chico ebrio de soledad para terminar en una maquinaria con una gallardía extraña a los ojos de un individuo cualquiera. Porque así es, un cualquiera no podría comprender la compleja y gentil máquina que tiene al frente, ni mucho menos lo costosa que es una vez llegas al fondo de ella y lo amigable que esta puede ser una vez esta entra a tu vida.
Me gustaba, también, referirme a él de esta forma tan poco común por el mero hecho de que simplemente no existe mejor comparación entre él y algún extraño artefacto creado por mis palabras. En nuestras conversaciones no falta el tema en que no salte el peculiar sobrenombre que le destiné con cariño, recuerdo su amplia sonrisa como respuesta y sus brazos delgados cubriéndome de un frío inexistente.
El frío era un tema trivial entre ambos, en los días de lluvia, lo apreciaba en silencio mientras él pensaba, absorto en algún otro lugar de su mente. Era una actividad que frecuentaba a hacer muy habitualmente, su perfil delicado me daba horas de en qué pensar, sobre su vida cotidiana, su futuro y el cuánto lo quería en esos momentos.
"—Puedo sobrellevar la mirada acusatoria de mis padres, que ya es mucho, pero me estás asustando.—Sus ojos se posaron en los míos, invitándolos a bailar en una melodía que solamente ellos conocían, brillando por el simple hecho de rozarse, sus labios se curvaron.
—¿En qué piensas?— susurré, consciente de la tan odiado veredicto que vendría a continuación de mis palabras vacías.
Suspiró, enternecido y se levantó. Su chaqueta estaba rasgada y húmeda, no era ni por lejos de calidad y podía notar los múltiples usos que la misma tuvo, ganándome una vez más la curiosidad me alejé y lo enfrenté, seria, alejándome de su procedente abrazo.
—Te prometo que no es nada.—su rostro bajó, analizando sus zapatos, habló de nuevo— ¿puedo abrazarte? Hace frío, además creo que la banca está un poco húmeda aún."
Solía caer muy rápidamente en sus brazos en la mayoría de sus intentos de distraerme. Era realmente increíble la facilidad con la que me podía convencer con un gesto tan ingenuo.
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Manos frías
Romance"-Tus manos están muy frías.-reí un poco, su compañía me daba ese efecto, la calma de poder reír sin razón aparente y sin inquietud al pensar de los demás. -Lo lamento, confiaba en que no lo notarías.-sonrió avergonzado rascando su nuca con su diest...