30- ¿Alguien esta celoso?

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LAIA:
Desperté por la intensa luz del sol sobre mis ojos, no se ni que hora es ni qué pasó conmigo. Abrí los ojos despacio encontrandome con una espaciosa habitación de paredes blancas, muebles blancos y sábanas blancas. Parpadeé varias veces y fruncí el ceño.

¿Donde demonios estoy?

Miré a mi derecha y sentí un escalofrío al encontrarme con una espalda desnuda. Me senté en la cama sobresaltada, tome cuidadosamente del hombro al hombre a mi lado y lo giré hacia mi para ver de quien se trataba.

¿¡Francisco!? ¿Que...?

Ese cabrón me las pagará una por una, tome una almohada en la que hace quince minutos descansaba mi larga cabellera y comencé a golpearlo mientras sentía mis ojos cristalizarse, no puedo creer que me haya convertido en una de sus presas.

¿Acaso había perdido mi virginidad con este hombre? Solo de pensar en esa posibilidad me sentí morir.

—¿Que es lo que te sucede?— Se levantó exaltado y me miró a los ojos con demasiadas interrogaciones.

—¡Maldito idiota!—le grite sintiendo como se me desgarraba la voz en el intento. Él junto sus cejas—¿Que me has hecho? ¡Maldito! ¿perdí mi virginidad contigo y EBRIA? ¡estás mal de la cabeza! Jodido psicópata— rugí mientras me levantaba y notaba que llevaba una camisa suya sobre mi cuerpo.

No pare en ningún momento de pegarle con la almohada y tampoco me detuve a escuchar sus explicaciones hasta que sentí mi ira descender lentamente luego de haberla sacado de mi ser.

Cuando me calme quede sentada en la cama frente a él, que también se había sentado, una lágrima se descendió por mi mejilla y obviamente volví a pegarle con la almohada está vez más fuerte, haciendo él se cansara y me tomará de los brazos acostándome en la cama bruscamente. Posicionándose encima mío dejándome inmóvil murmuro:

—Tranquila Laia— pero eso a mi no me tranquilizaba.

—Suéltame— murmure entre dientes, él me miró unos segundos pero me soltó.

—No te haría daño— susurró. Otra lágrima cae por mi mejilla.

—¿Lo hicimos?—Pregunte en un susurro.

Él me miro a los ojos y se sentó a mi lado nuevamente, más cerca de mi, haciendo que mi corazón se acelere de los nervios.

—No, no lo hicimos Laia— me dijo secando mis lágrimas con su dedo pulgar.

—No te creo, Francisco, tu no eres así.

—Te juro que no te toqué ni un pelo— Aseguró mirándome a los ojos. No se porque entendí que él no me estaba mintiendo, algo en su mirada me lo decía a gritos.

FRANCISCO:
Luego del horroroso juego de verdad o reto, en el cual Laia y yo estábamos jugando, vi como ella se paraba, cansada de responder verdades absurdas, y se dirigía hacia la barra, estaba demasiado ebria, no podía permitir que esto empeore, así que la seguí.

Por un momento la perdí de vista, así que me recorrí gran parte de la gran casa en la que nos encontrábamos, la encontré bailando con un rubio teñido, aprete los puños, sentí como mi sangre se calentaba exageradamente, al mismo tiempo que sentía algo en el estomago estrujarse ¿tendré diarreas?

Sentí una mano en mi hombro y gire como si tuviera un resorte en el trasero. Cameron me observaba con una ceja levantada y una estúpida media sonrisa.

—¿Y a ti que?— le pregunte borde.

—Dos cosas, le he dicho la verdad a Katie y me ha besado— dijo con un brillo en sus ojos. Puse en blanco los míos dando a entender mi hartazgo de su tonto y débil corazón.

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