Noche cálida.

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Me encontraba sentado en una pequeña banca de madera que estaba fuera de la casa, miraba a las aves marinas volar y pelearse entre ellas, Nam estaba dentro leyendo en la sala, de vez en cuando miraba sobre mi hombro y podía verlo a través del ventanal, leía concentrado, estaba vestido con unos pantalones de mezclilla negra ajustados, junto con un suéter de cuello de tortuga igualmente negro, tenía puestos sus lentes, por qué necesitaba usarlos, no era ciego pero debía usarlos, debo destacar que se veía genial en aquel atuendo, se veía culto, interesante y debía admitir, sexi.

Miré de nuevo el cielo, yo había decidido no salir, en las noticias en la mañana mientras esperaba a que Nam apareciera con el desayuno, la señorita del noticiero local había dicho que llovería, no quería arriesgarme por lo que cuando me dijo que saliéramos a caminar un rato me negué, vimos películas hasta las cuatro de la tarde, después de eso pedimos pizza, y alrededor de las seis salí, parecía que la chica del noticiero me había timado, no se veía ni una nube en el cielo y pude apreciar la manera en la que el cielo se teñía de colores entre azules marino y naranjas, suspiré de nuevo, mientras estoy a lado de Nam, puedo olvidarme de JungKook, de lo que siento, de todo.

De pronto el cielo se volvió oscuro rápidamente, y comenzó a llover estruendosamente, salté de la banca y corrí al interior de la casa.

—Por un momento creí que la del clima me había timado— admití mirando a Nam quien había cerrado su libro.

—Bueno, ahora sabes que no lo hizo— caminó al armario que estaba bajo las escaleras, sacó una toalla blanca y comenzó a secar mi cabello, por qué sí, logré mojarme un poco.

—Ve a cambiarte— dijo cuando terminó de secarme.

Le sonreí agradecido y subí las escaleras de dos en dos. Me puse unos pantalones de lana azul marino y una camisa de algodón blanca, baje de nuevo y me acomodé al lado de Nam quien había retomado su lectura.

—Parece ser interesante— dije, él me miró por unos momentos, regresó su mirada al libro y sonrió.

—Lo es— asintió— Planeo hacer ciertas cosas basadas en este libro— lo cerró y me mostró la portada—Haré que el cerebro de nuestro fandom explote.

Reí ante su malvado plan de quemar los cerebros de nuestras ARMYS.

—Pobrecillas— dije haciendo un puchero.

Nam no contestó, solo me miró, dirigió su mano a mi mejilla y la movió haciendo pequeños círculos.

Me quedé quieto ante su tacto, se sentía agradable, pero no pude evitar pensar que estaba gordo, por eso mis mejillas eran tan grandes, aparté sutilmente la mano de Nam y la tomé entre las mías, era más que obvio que su mano sería más grande que la mía, la apreté entre mis manitas y él me miró curioso.

—No— carraspeé —¿No crees que estoy gordo?

Nam frunció su entrecejo y apretó su quijada.

—No digas esas estupideces— demandó en voz firme pero sin gritarme—Estás bien cómo estás, y si a los demás no les gusta pues ni modo, si es por los comentarios de algunas fans no hagas caso, hay muchas otras que prefieren verte saludable a desnutrido— negué suavemente, aunque sí, algunos de esos comentarios de fans me lastimaban, pero, también estaba las veces que JungKook me decía que hiciera una dieta porque estaba muy gordo.

—Es sólo que— mordí mi labio inferior pensando en si debía decirlo— JungKook solía decir que estaba gordo, me lo creí.

Nam seguía con su expresión molesta.

—¿Y ese quién se cree? ¿La octava maravilla del mundo?— reí ante lo que dijo, pero tapé mi boca con mi mano para que Nam no tuviese que escuchar mi fea risa.

El relajo su expresión y tomó mi mano retirándola de mi boca.

—Tu risa es hermosa, no la ocultes— dijo con sinceridad, tomó mi mano y la dirigió a sus labios, dejó un suave beso en los nudillos.

JungKook solía decir que mi risa era desagradable y chillona.

—Pero es muy chillona— dije.

—Es muy dulce, no me discutas.

Sonreí y lo abracé con fuerza.

—Gracias—le dije

—Sólo digo la verdad.

Me acomodé mejor para poder recargarme de su pecho, pero un trueno hizo que brincara y gritara agudo. Las luces se fueron y yo sólo pude aferrarme a Nam.

—No hay que temer porque yo estoy aquí— dijo él.

Asentí y me acurruqué tratando de hacerme bolita sobre él.

—Tal vez deba buscar algunas velas— sugirió, pero yo negué, no quería que se fuera.

— No, no me quiero quedar solito— admití.

—Te dejaré con mi celular— de pronto la luz led de su iPhone alumbró la sala—Quédate aquí, iré a la cocina por algunas velas y después subiremos para acostarnos.

Me acomodó en el sillón y fue en busca de las velas, yo me encogí en el sillón esperando a que regresara, lo hizo muy rápido, traía cuatro velas y una caja de cerillos. Me extendió su mano y yo algo tembloroso la tomé, apunté la luz para poder ver por dónde íbamos, subimos las escaleras con lentitud, nos paramos frente a mi habitación, me tendió dos velas y estaba por encenderlas.

—No quiero estar solo— le dije en un tono que sonó bastante lastimero.

Él asintió y tomó mi mano para llevarme a su habitación, cerró la puerta y acomodó las velas, las encendió una por una y luego destendió la cama, me hizo señas con su cabeza, subí a la cama, él tomó el teléfono apagando la luz led, se acomodó a mi lado y me sonrió.

—Ven, durmamos— dijo.

Me acerqué a él y me acosté recargando mi cabeza en su pecho.

—Muchas gracias— dije en voz queda.

—Yo siempre haría cualquier cosa por ti.

Me quedé en silencio. No sabía qué decir ante eso.

Me dediqué a mirar las velas, aunque poco rato después pude oír los leves ronquidos de Nam, le mire y me gustó cómo se veía su rostro en calma, alumbrado por las luces de las velas.

Me acurruqué más, pegándome por completo a él, pasando una de mis piernas por debajo de las de él y la otra arriba.

A pesar de la lluvia, la oscuridad y la fuerte y fría ventisca, era la noche más cálida.

Catarsis. -corrigiendo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora