Que bonitas vistas las de mi eterno viaje: nieve, nieve y mas nieve se ve desde la fría ventana de este tren. Todavía sigo sin creerme que mis padres me hallan pagado ese internado para gente ''especial'' al que voy. Hacia la helada Alemania me dirijo, en le fondo me hace ilusión. Voy a conocer mundo y ampliar mi mente es alguno de mis deseos mas profundos. Lo más seguro es que no entendáis nada pero voy a empezar desde el principio de esto.
De pequeñita siempre he tenido una especie de don el que me hacia mover objetos y quemarlos si así lo deseaba. Bien, esto mas que un don lo bautizaría como maldición. Que te cabreen sabiendo hacer esto y no tener el control sobre ello puede dar un resultado muy negativo. Así paso que acabaron 12 personas en la UCI. No había otra persona que no fuese yo la culpable, por lo que decidieron llevarme a la cárcel de menores; pero mis padres me pagaron la manutención y no paso nada ya que contó como accidente.
Su castigo fué el internado y aquí me hallo, de camino a este frío y desconocido sitio en Berlín. No se que me voy a encontrar pero se que no puede salir nada bueno de allí ya que va gente como yo. ¿Tendremos dones distintos? ¿Podremos usarlos para nuestro propio beneficio? Son muchas preguntas que no me sabría responder a mi misma. Lo mas seguro es que no socialice pero quien sabe si voy a ser la típica popular repelente a la que toda la gente la tiene asco, no; prefiero no tener amigos.
-Pasajeros, hemos llegado a nuestro punto de destino - dijo la anunciante del megáfono.Me bajé de aquel frío tren lleno de gente la cual sus rostros aún se me hacen borrosos. De vez en cuando escucha comentarios de las personas a mi alrededor, ellos me miraban con duda y desprecio, mis rasgos no eran de allí y normalmente una persona extranjera no llegaría a Berlín para quedarse a estudiar y menos con mi edad. Tenía 17 años y estaba sola, sin padres ni gente conocida. Sabía que tenía que buscar a una mujer, la señora Fortuna, no sabía si era un apodo o quizá su apellido, pero no era ruso así que esperaría entenderla. Había leído mucho sobre las artes oscuras, los aquelarres, las brujas y Rusia no era muy comprensiva con las religiones ni la gente extranjera. Estaba asustada hasta que un hombre se acercó a mi.
-¿Señorita Santana?- dijo el hombre sacando un reloj de bolsillo.
-Soy yo, puede llamarme Lara, no es necesario formalidades.
-Sígame.- me dijo el hombre mientras cogía mi equipaje.
Me pareció extraño, dado que tenía que esperar a una mujer, no a un hombre. En cierto modo agradecía que alguien hablara mi lengua, y que me hablara pero algo dentro de mi desconfiaba. Me subí a su furgoneta, un tanto extraña. Estaba bastante vacía, no había decoración ni radio.
-Disculpe, vamos a la academia para jóvenes iluminadas, ¿verdad? - le pregunte sacando la carta de dirección.
En ese momento el hombre me miró, empezó a reír y alguien desde atrás me tapo la boca y me hizo caer inconsciente.
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Witches
SpiritualLara, una joven virtuosa que tiene poderes y no sabe controlarlos, ingresa en una escuela de brujas de la que va a aprender a sobrevivir con ayuda de sus amigas y sus locos experimentos mágicos.