126. El extraño diario de Zac (y Alex)

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Pasaron los días y en la escuela todo estaba bien. Ya no me preocupaban los rumores pero como quería dejar de estar preocupado, decidí investigar un poco la nueva cosa que no me dejaba pensar con claridad: el por qué Will se veía tan diferente. Tan deprimido.
A la salida de la escuela decidí que iría a visitar a Alex. Además según me dijo Evan, él se preocupó por mí cuando huí de casa. Le debía una visita.

— ¿No vendrás con nosotros?— me preguntó Jimi.
— No— dije—. He tenido muchas revelaciones últimamente pero aún así ir a ver si puedo tener una más.
— ¿Quieres más?— preguntó Evan—, ¿No tienes suficientes?
— No por ahora.
— Pero íbamos a ir a festejar que los rumores pararon— dijo Laura.
— Lo siento. En verdad necesito hacer algo ahora— dije.
— ¿Quieres que te acompañemos?— preguntó Jimi.
— No es necesario— dije—. Pero si van a festejar, llévense a la presidenta. Ella tuvo la idea y organizó todo. Merece ser reconocida.
— ¡Tienes razón, hay que invitarla!— dijo Evan.

Con eso definido, me separé de ellos y fui al hospital en donde se encontraba Alex. Llegué después de un buen rato.
Era enorme. Ya había estado ahí pero me parecía muy ajeno a mí. Me dirigí a la recepción y pedí ver a Alex. Me dijeron en dónde estaba y me dieron un pase. Subí el ascensor. Caminé por el pasillo. Llegué a su habitación. Golpeé la puerta.

— Adelante— escuché su voz desde adentro. Abrí la puerta. Entré. Me miró sorprendido.
— Hola— dije.
— ¿Zac?— dijo—, ¿Tú aquí? ¿Acaso tú y tu grupo tienen algún problema nuevo?
— No. De hecho estamos intentando solucionar los que tenemos— dije.
— Que lástima. Evan no se acuerda de mí al menos que necesite mi ayuda— dijo.
— Evan no tiene tanto tiempo como parece— dije—. Recuerda que va a la escuela, trabaja y mantiene una relación al mismo tiempo.
— Sí. Lo sé. ¿Qué te trae por aquí? ¿Vienes a esconderte de tus padres de nuevo?
— No. Y acabo de recordar el por qué no me gusta visitarte— dije.
— Es una broma. No lo tomes en serio. Entonces... ¿Qué pasa?
— ¿Necesita pasar algo para que venga a visitarte?
— Sí— dijo—. De otra forma la gente no se acerca a mí.

Miró sus manos sobre las mantas blancas. Estaba sentado en la cama, silencioso. Parecía deprimido. Debía estarlo. Los hospitales deprimen a las personas. Se veía un poco mejor pero seguía ahí, en una fría habitación de hospital. Will lo visitaba siempre, pero eso no debía ser suficiente.
Me daba un poco de pena verlo así.

— Deberías sonreír más— dije—. Tal vez las personas se acercarían más a ti.
— Tú no deberías hablar de sonrisas si no sonríes.
— No dije que fuera bueno siguiendo mis propios consejos.
— Ya lo veo— dijo. Sonrió.
— Mucho mejor— dije.
— Entonces... ¿De qué se trata ésta vez?

Me miró. Lo observé. Me acerqué. Al lado de su cama había una silla. Me senté.

— De Will— dije.
— ¿Quieres saber todos sus secretos?
— No. Sólo quiero saber una cosa.
— ¿Qué cosa?— me miró atentamente.
— Es que últimamente se ve deprimido. Sé que hay algo que esconde pero dijo que no lo diría nunca.
— Tú quieres que te diga qué es, ¿No?— dijo.
— No— dije—. Sólo dime qué puedo hacer para hacerlo sentir bien.

Me miró. Sonrió.

— Sé qué puedes hacer. Pero no te diré— dijo.
— ¿Qué? ¿Por qué no?
— Mmm... deja que piense el por qué...

Se puso pensativo. Se quedó así un rato.

— Es una especie de lección— dijo—, ya sabes, tienes que descubrirlo solo para que aprendas la lección.
— ¿Qué? ¡Eso es absurdo! ¡Si lo sabes sólo dilo y ya! ¿Acaso no quieres que tu hermano se sienta bien?
— Por eso mismo. Si quieres que valga la pena, descúbrelo tú mismo. De otra forma no servirá para nada. No para Will.

Lo miré. Parecía no querer decirme nada.

— No quiero verlo así— dije.
— ¿Por qué?— me observó fijamente—, ¿Qué hace que quieras ayudar a Will, tanto que hizo que vinieras a visitarme?
— Es mi amigo. Me ha ayudado mucho. Quiero poder ayudarlo yo también.

Me miró. Bajó la mirada.

— En veces... las personas sólo están destinadas a sufrir. No podemos ayudarlas— dijo.
— Siempre se puede ayudar.
— Pensé que no creías en eso. Siempre hablas sobre lo mucho que odias a la gente.
— Ya no tanto— dije—. Últimamente creo que el mundo puede cambiar. Puedo cambiarlo.
— Al mundo, tal vez. A Will no. Él cambiará con el tiempo, si quiere. Puede decidir seguir adelante. Puede decidir contarte sus secretos. Puede decidir sufrir para siempre. Tú no podrías hacer nada por él en ninguno de los casos. No harás nada. De eso estoy seguro.
— No pudes asegurarlo— dije—. Yo haría muchas cosas por Will.
— Pero no todas. Ahí está el detalle. Ese es el punto central del problema.
— No entiendo.

Me miró.

— Amor— dijo.

Lo mire. Su cara estaba completamente seria.

— ¿Qué?— dije, confundido.
— Es un sentimiento más fuerte incluso que cuando te gusta alguien. El amor es más fuerte. Sin embargo existen amores más fuertes que otros. Este amor es más del tipo protector. Por eso es muy débil. Porque espera poder sacrificarlo todo por el bien del amado. Pone una barrera y trata de que las balas no lo atraviesen. No le importa ser herido. También es muy intenso. Su corazón se agita rápidamente sólo con sentir cerca a la persona amada. Siente que podría lanzarse para abrazar a su amor y besarlo, pero se queda paralizado y no puede respirar. Es del tipo de amor que siente a su amor cerca aunque esté lejos. Acaricia a su ser amado con su alma cada vez que puede. Cada pequeño movimiento que hace la persona que ama causa en él una reacción, involuntaria, natural, imperceptible. Pero real. Cada palabra que suena en su mente lo esclaviza más a su lado. Ahí va a quedarse. Sin decir nada. Sin quejarse. Podrán herirlo pero no se irá. No cambiará. Al menos no tan fácilmente. Este amor sangrará y será cortado en mil pedazos sin que pueda defenderse. Porque es un amor protector. Sus manos ya están ocupadas sosteniendo el escudo con el que cuida a su amado.
— ¿A dónde vas con todo ésto?
— ¿Puedes imaginarlo?— preguntó—, ¿Puedes siquiera intentar imaginar lo que es amar así? ¿Puedes siquiera entender de lo que te hablo?
— No— dije—. Suena ridículo.
— Desde luego— dijo—. A mí también me parece absurdo. Pero es así. Para ayudar a los demás se debe sentir amor. No por los otros. Por uno mismo primero. Luego simplemente sentir amor.

Se detuvo. Miró por la ventana el cielo naranja. Ya era tarde.

— Si te digo que me gustas— dijo—, ¿Qué harías?
— ¿Yo?— dije exaltado—, ¿Por qué me dirías algo así?
— Porque es verdad. Me gustas. Bastante, de hecho. Eres perfecto.
— Eh... ¿Gracias? Pero en verdad yo...
— No quieres nada conmigo— interrumpió—. Sé por qué. Porque aunque creo que eres perfecto, no eres perfecto para mí. Ni yo para ti. Tú y yo somos iguales en ese sentido. No podemos sentir amor. Sobre todo tú, que apenas estás descubriendo que puedes amar. Por eso no puedes ayudar a Will. Porque las personas que no sienten amor no pueden ayudar a otras. No sinceramente.

Lo miré. No entendía nada. Pero algo me decía que él tenía razón.

— Tus amigos aman demasiado— dijo—. Todos, sin excepción. Su forma de amar es diferente, claro. Pero todos aman. Sólo faltas tú.
— No me gusta nadie en este instante.
— No te pregunté si alguien te gustaba. Te dije que tú no amas. No me refería a que debías amar a nadie. Ni a ti mismo, eso ya lo haces, creo. Me refiero a amar.

Me miró. Estaba tan confundido que muchas cosas pasaban en mi cabeza al mismo tiempo.

— Significa que... ¿No sé amar?— pregunté.
— Es más complejo que eso, pero sí, no sabes. Yo tampoco. Por lo que me agrada que no hayas decidido salir conmigo. Seríamos la pareja más vacía del universo. La más atractiva, eso sí. Pero el mundo está repleto de parejas atractivas y vacías. No necesita más. Por eso no puedo decirte qué necesita Will, porque yo no sé cómo hacer que tú puedas ayudarlo. No puedo entenderlo. Pero si te sirve de algo, trata de entender más sobre él.
— ¿Cómo hago eso?
— Míralo. Cada vez que esté cerca, observa. Los pequeños detalles te harán entenderlo. No tan cerca o lo volverás loco. Pero quédate a su lado. Ahí está la clave.

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