De religión

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En las manos del gitano se forman los estigmas católicos del calvario férreo en madera y acero. Él no se siente como el hijo de Dios, no piensa en todos los hermanos que está salvando; él piensa en el dolor de los clavos, hoy es él mismo quien se niega tres veces.


La iglesia cristiana habla de una religión diferente a esta, una religión reciclada. Ni los judíos sionistas, ni los chiítas, ni Mahoma, ni Lázaro, ni San Juan Bautista, ni Salomé: Él está viviendo la verdadera cara de la moneda, la que se escribió con sangre, la que conoce al Jesús que le veía el escote a María Magdalena, la del evangelio prohibido por la inquisición, la de brujería y luz de luna, la de la difunta madre de Nerón, la del Poncio Pilato hijo de puta, la de la virgen que se masturba pensando en José. Despégase de la divina soberbia y el manto inmaculado impuesto por catedráticos teólogos.



Su anhelada tierra prometida Jerusalén se convertía en un terreno baldío, los templarios y los bárbaros Moros eran peones en un juego vulgar de ajedrez. El santo sudario se convirtió en un trapo olvidado, el cáliz sagrado se convirtió en pinta de cerveza, su santa compaña era una manifestación política fúnebre, el verbo hecho carne eran cortes de segunda.
Como un cerillo se apagó su enervada fe, empezó a creer en la fuente de Ponce de León, en la leyenda de los gigantes Jotun, en una ruta marítima alternativa hacia tierras orientales.
La novedosa maravilla romana de la ejecución rindió frutos al enseñarle a su pueblo que la Fe no inmuta a la actualizada religión: los cuños del derecho romano y la moneda de plata.


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