Esto es algo enfermo... es un Lenncliffe con McLennon ._. me siento sucia de tan solo recordar que se me ocurrió a mí. Pd: Para esto vamos a fingir que Stuart no murió en 1961. Y gracias a mi esposa imaginaria, que me sacó de mi bloqueo al darme ideas.
Los chicos se encontraban en Hamburgo, obligados a permanecer en su habitación de hotel para componer las canciones faltantes para el siguiente álbum. Pero nadie obligaba a John Lennon a hacer nada, por lo que éste solo estaba tirado en el piso, lamentándose por no poder salir del hotel sin temor a ser secuestrado por la multitud enardecida de fanáticas.
—¿Te importaría ayudarme, John? —preguntó Paul, arrojándole una pluma al rostro al castaño en un burdo intento de llamar su atención. John soltó un gruñido y miró a Paul, un poco molesto.
—Qué bueno que no me casé contigo, eres una pesadilla —Paul enrojeció levemente y, finalmente, colocó las hojas a un lado del sillón, aceptando que John no iba a componer nada con él.
—Qué bueno que no quisiste casarte conmigo, no te hubiera aceptado —contestó, acostándose en el sillón en espera de que algo interesante ocurriera.
—Te habría puesto veneno en tu té después de un par de años, te lo aseguro. Ya te imagino todo el día —John soltó una carcajada—. ¡John! ¡Tienes que cuidar a los niños! ¡No puedo hacer todo yo solo! —imitó el castaño, con la voz un poco más aguda.
—Eso puede explicar porque Cynthia prefiere no verte. Eres un esposo terrible.
—Lo único que hago bien como esposo ya lo probaste tú —bromeó John, refiriéndose al sexo. Paul soltó una carcajada y negó con la cabeza, ligeramente divertido. No le molestaba que John le recordara sus episodios como pareja homosexual.
Justo antes de que Paul pudiera apelar acerca de sus virtudes de hombre, el teléfono de la habitación sonó.
—No contestes, debe de ser ese estúpido judío —le dijo John a Paul, pero antes de que éste pudiera detenerse, ya tenía el teléfono en el oído.
—¿Diga? —preguntó Paul, logrando que John rodara los ojos.
—Buenas noches, señor McCartney. Hay un chico que está buscando al señor Lennon e insiste en que no se irá si no lo dejamos pasar —Paul soltó un suspiro. Eso era lo que más detestaba de la fama: los fanáticos locos.
—Dile que no queremos visitas, gracias.
—Dice que su nombre es Stuart Sutcliffe, señor —contestó la recepcionista, logrando que Paul apretara el teléfono con fuerza contra su oído. Le dirigió una fugaz mirada a John, que permanecía acostado en el piso, ajeno a la presencia de Sutcliffe en la recepción.
Oh, no. Paul no había batallado tres años enteros por la atención de John como para que ahora llegara ese maldito y arruinara todo su trabajo. No señor.
—Dile que no conocemos a nadie con ese nombre, llama a la seguridad si es necesario. No lo dejes pasar —contestó contundentemente Paul, colgando el teléfono antes de que John sospechara algo.
El castaño levantó la vista para sonreírle ligeramente a Paul, que estaba tan molesto que temblaba como si acabara de pasar el peor susto de su vida.
—¿Quién era? —preguntó John tranquilamente.
—Nadie importante —contestó Paul, y eso era verdad. Stuart Sutcliffe era nadie importante para Paul, y esperaba que para John también lo fuera.
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Treinta noches con John. [McLennon]
FanfictionTreinta noches, treinta relatos sexuales. No apto para menores de 18 años. Sé que igual lo van a leer, pero yo ya hice mi trabajo.