Capitulo Uno

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Capítulo 1

Por lo general, a Elizabeth Jones no le importaba pedir favores. Si su padre hubiera estado en la ciudad, no le hubiera molestado pedirle que se pasara por la tintorería. Ni darle la lata a alguno de sus hermanos para que le comprara la leche.

Pero hoy no le pediría ayuda a su familia. Lo que necesitaba no era algo que se considerase normal.

Respiró hondo. Podía hacerlo. No, tenía que hacerlo si quería hacer realidad la fantasía que llevaba siete años rondándole la cabeza.

Salió del coche bajo aquella húmeda tarde y estudió la casa de ladrillo rojo. El exterior, con un macizo de azaleas de vistosos colores y un césped recién cortado, parecía cuidado. Era un edificio elegante con aquella fachada de piedra, el inmaculado balcón blanco y las columnas de estilo dórico. No se oía ni un solo ruido que perturbara los verdes campos del este de Texas, el lugar parecía muy tranquilo.

Nadie podría adivinar jamás qué depravaciones ocurrían en esa casa. De hecho, Elizabeth había ido allí para descubrirlas personalmente. Para averiguar si podía soportarlas.

Cerrando los dedos temblorosos en torno a la correa del bolso, se armó de valor y se acercó a la pesada puerta de roble. Pensó lo hermoso que era el paisaje marino de la vidriera de colores y llamó.

Contra toda lógica, esperó que Luke Hemmings no estuviera en casa.

¡Uf! ¿Cuánto tiempo hacía que no lo veía? ¿Cinco años? Quizá más. Ojalá pudiera pasar otros cinco años o más sin tener contacto con él. De hecho, imaginar su cara era todo lo que hacía falta para hacerle rechinar los dientes y pensar en asestarle un par de puñetazos. Cuando Elizabeth tenía diecisiete años, él había despertado en ella una curiosidad que la atemorizaba, pero que al mismo tiempo no había podido ignorar. La única vez que había intentado hacer algo al respecto, iniciando una sencilla conversación, él la había rechazado sin ningún miramiento. Durante mucho tiempo lo había odiado por ello.

Ahora, en vez de evitarle, iba a tener que pedirle el favor de su vida.

Y haría cualquier cosa para que no se lo negara.

Apartándose un rizo castaño de la cara, Elizabeth se obligó a no comprobar una vez más el brillo de labios. El rímel no se le había corrido; lo había comprobado unos minutos antes. Los pantalones color oliva, aunque cómodos, habían sido una mala elección. Los compensaba con una provocativa blusa blanca de encaje que se le ceñía a los pechos y con el escote bajo y redondeado para llamar la atención. Había completado su atuendo con unas sandalias blancas de tacón alto que sabía que gustaban a los hombres, pero que, Mal*dita sea, le hacían polvo los pies.

No tenía sentido seguir postergando aquello un minuto más.

Tragando saliva, Elizabeth volvió a llamar.

—Ya voy —anunció una amortiguada voz masculina.

¿Luke? Había pasado demasiado tiempo y Elizabeth había borrado de su memoria todo lo que concernía a aquel hombre. Pero jamás había olvidado del todo aquella voz profunda y ronca.

Sintió mariposas en el estómago cuando oyó ruido de pasos aproximándose a la puerta.

Había ensayado mil veces lo que iba a decir. Luke pecaba del mismo comportamiento militar de su padre y sus hermanos, y no le gustaba la gente que se andaba con rodeos o sutilezas. Así que sólo esperaba soltar el discurso sin fastidiarla. De repente, un hombre abrió la puerta. No era Luke. Ni siquiera se le parecía.

El pelo castaño y con pequeñas curvas. Tenía unos conmovedores ojos color miel y una mandíbula firme con sombra de barba, y lindos oyuelos. Una camiseta ceñida de color blanco y vaqueros negros azabache cubrían un cuerpo alto y atlético. Aquel hombre podría trabajar de modelo y ganar una fortuna. Su cara le resultaba familiar, quizá lo conocía.

Fantasía Prohibida - Luke Hemmings y Ashton IrwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora