18.- Premio o castigo

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Mi cuerpo me traiciona quedándose inmóvil por un instante, cuando logro salir del pequeño trance, busco a mi alrededor y por desgracia no hay nadie más.

_¡Déjalo Pedro!_  suplico, pero él me ignora por completo, sus ojos brillan llenos de ira haciéndome sentir escalofríos, es la primera vez que veo esa expresión en su rostro.

_¡Por favor Pedro, suéltalo!_  chillo inútilmente, los puños de él se estampan una y otra vez sobre Erick, él únicamente trata de esquivar y detener los golpes, ¿Porqué los hombres tienen que arreglar todo a golpes?

_No te atrevas Ibarra_  dice Pedro a regañadientes.

_Cálmate Palacios_  responde Erick intentando incorporarse.

En vista de que nadie vendrá a auxiliarme, me armo de valor y me acerco a ambos para intentar hacer algo. Mis pequeñas manos toman los hombros de Pedro tratando de llamar su atención, él está completamente fuera de sí.

_No te metas Jimena_  riñe zafándose de mi agarre, un pequeño nudo se instala en mi pecho, le resto importancia y me acerco de nuevo rodeando su cuerpo con toda la fuerza que me permiten mis brazos.

En medio del forcejeo de Erick intentando zafarse y los movimientos bruscos de Pedro para retenerlo en el suelo, este último da un fuerte manotazo al aire, sé que logra alcanzarme pues un líquido caliente brota inmediatamente en la comisura de mis labios, el impacto me hace caer al suelo de un sentón.

_¡Jimena!_  El grito de Erick llama la atención de Pedro, al percatarse de la situación suelta a mi jefe y ambos se acercan rápido hacia mí.

Con el dorso de mi mano hago presión  donde creo tener la pequeña herida, pero varias gotas más continúan su camino hasta mi blusa.

_¿Estas bien?_  Erick me observa expectante.

_No te metas Ibarra_  espeta Pedro _Déjame sólo con mi mujer_  tanto Erick como yo abrimos los ojos de par en par ante esas palabras, en otras circunstancias estaría saltando de alegría por escuchar la forma en la que se ha referido a mí, "su mujer".

_¿Tu mujer?_  ironiza Erick acomodándose la ropa  _Mira como la dejaste_  dice señalándome en el suelo.

_Fue culpa tuya_  de un empujón lo aparta un poco, unas palabras más de estos dos y voy a volverme loca.

_Basta los dos_  chillo frustrada, me pongo de pie rechazando la ayuda de ambos, de golpe retiro la sangre que queda con ayuda de mi pulgar  _Por mí pueden matarse si quieren, ya no voy a preocuparme_  pasando entre uno y otro camino lejos de los dos, puedo escuchar a ambos llamarme por mi nombre, pero no me detengo _Y no me siga Sr. Palacios_  por el rabillo del ojo puedo ver que él se detiene al escucharme, continúo mi camino rogando encontrar pronto un taxi.

En Todo el recorrido de vuelta a casa, miles de cosas pasan por mi mente, mis sentimientos están a flor de piel, de un instante a otro mi estado de ánimo dio un giro total.

¡Ah! Tengo tantas ganas de tener enfrente a ese par, se merecen unas cuantas cachetadas para que aprendan a comportarse como los adultos que se supone que son. Por el retrovisor puedo notar que el taxista me observa por momentos y vuelve enseguida su vista al frente, ¡y cómo no! La que antes era una impecable camiseta blanca, ahora está teñida con varios detalles del líquido color carmesí, trato de cubrir aquello abrazando mi mochila al frente y ruego por llegar pronto a casa.

Doy el pago al señor de cabellos plateados que me mira sin parpadear, ladeo una sonrisa y doy las gracias, arranca el auto hasta perderse de mi vista. Expulso el aire retenido mientras busco las llaves entre el revoltijo que traigo en mi mochila.

Amor DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora