Del placer al dolor

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—¿Qué le pasa?

YongGuk tenía los ojos cerrados, pero sus pestañas frondosas aún estaban húmedas y tenía surcos dibujando el camino de las lágrimas en las mejillas. Sostenía una lata de cerveza con la mano derecha y un cigarro liado a medio consumir en la izquierda. Respiraba tranquilamente, pero había un aura melancólica rodeándolo que a JunHong le contrajo la garganta.

—No lo sé, lleva dos horas en la misma posición, a ratos tararea alguna canción y después, no sé, —susurró HimChan y se encogió de hombros rascándose la nuca—, se muere.

—Lo llevaré a casa, necesita descansar.

Imitando el gesto de HimChan, se rascó la nuca y suspiró. YongGuk era considerablemente más bajo y delgado que él, cargarlo no sería un gran problema, pero no quería hacerlo, temía por lo que podría pasar si su cuerpo tocaba por mucho tiempo el de YongGuk.

—No necesitas llevarme, puedo irme solo. —El mayor ni siquiera tambaleó cuando se levantó, no hubo pausas en sus movimientos ni titubeos, caminó sobre sus propios pies hasta la puerta.

—Yo no nací para ser niñera —gruñó JunHong y lo siguió hasta la salida sin despedirse de la pareja.

Al otro lado de la puerta, saltó un par de veces en su lugar y sacudió las manos. No hacía mucho frío, pero su cuerpo se sentía gélido hasta causarle dolor. YongGuk simplemente caminó, sin volverse a mirarlo o decirle alguna palabra. Durante unos segundos, lo observó desde atrás. El leve movimiento de sus hombros, la suavidad con que sus pies tocaban el piso. El viento ligero agitaba su cabello oscuro, que brillaba bajo la luz de las estrellas. ¿Por qué debía caminar así, como si fuese el dueño del mundo, como si lo dominara con cada paso?

—¿Planeas seguirme adentro de la casa?

Cuando fue consciente de sí mismo y de las palabras de YongGuk, ambos estaban de pie frente al portal de la casa prácticamente abandonada del mayor.

—Ya estamos acá, ¿no?

Golpeándole el hombro en el camino, adelantó a YongGuk hasta recargarse en la pared junto a la puerta y esperó a que este lo invitara a entrar.

El interior de la casa estaba más frío que el exterior, más lúgubre y absolutamente aterrador. Casi sentía la soledad y el olvido rozándole la piel, cortándola y erizándole los vellos. No podía comprender que alguien se atreviera a vivir ahí y no se dejara consumir por esa oscuridad. Sin pensarlo, tomó la mano de YongGuk y se aferró a ella como había deseado hacer en la casa de SunHwa. YongGuk no dudó en devolverle el agarre y, juntos, subieron la escalera al segundo piso.

—¿Te sientes bien?

El piso superior estaba igual de oscuro que el inferior, igual de abandonado, ¿por qué tenía que ser toda la casa igual? Comprendía perfectamente que lo gemelos fueran tan parcos y sentía que debía darle algo de consuelo a YongGuk, hacerle sentir un poco de calor hogareño luego de haber visto la catacumba en que vivía.

El moreno se sentó al borde de la cama junto a la ventana. Estaban en la habitación que compartió con YongNam toda su vida. No había cosas muy personales a la vista, un par de posters en la pared y una fotografía de los tres hermanos Bang pegada en una de las puertas del ropero. Observó la fotografía durante largos minutos, a pesar de ser una imagen antigua, podía reconocer perfectamente a los tres hermanos en su más tierna infancia, alegres y sonrientes. ¿Por qué no pudieron mantenerse así por siempre, inocentes e ignorantes?

—Fue después de que cumpliéramos trece años, Natasha pensó que sería divertido llevarnos a un parque de diversiones. —La voz de YongGuk lo sorprendió, átona y lejana—. Fue divertido, hasta que nos subimos al barco pirata y vomité el alma.

Requiem [BangLo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora