Un día más transcurre en Laye o Lahi, como la conocían los estudiantes del colegio público del pueblo. Lahi no tenía más de diez mil habitantes, distrito de una provincia alejada de Perú en la que hace tiempo que lo místico dejó de juntarse con lo material con la llegada de la tecnología. Los estudiantes del colegio público se sentían tan iguales a los de cualquier colegio privado de la capital en cuanto al alcance de sus horizontes aunque la gran mayoría se quedaba a trabajar en el pueblo o a estudiar en el instituto superior local.
Franklin era uno de ellos, ya cursaba el último año de instituto. Cada vez se alejaba más de sus estudios y se dedicaba al gimnasio, una de sus pasiones. Su sueño era ser artista, tenía talento para la pintura, la escultura y cualquier objeto con el que pudiera representar algo. Pero poco a poco lo iba dejando, no le había servido de nada en la vida hasta ahora. Para compensar su falta de metas, cada vez se dedicaba más al gimnasio, se sentía vivo cuando lo practicaba y se exigía más y más. Y al cansarse le tocaba ir a su casa y descansar. Franklin vivía solo, sus padres y su hermano se habían mudado hace tiempo a la gran ciudad de Lima, pero él decidió quedarse por la necesidad de terminar la carrera en el instituto que la comenzó y había dado una gran negativa antes de irse.
Y así llegamos a este punto, Franklin, un joven de instituto llega a sus habituales clases con la esperanza de que todo terminará. Empezaba un nuevo ciclo académico y había una nueva promoción ingresando. En ese momento Franklin tiene una visión casi celestial. Una jovencita recién ingresada se queda mirándolo, unos enormes ojos andinos sobre una piel suave y muy cuidada. Ella sonríe y él se quedó impactado a pesar de solo ser un "hola" que fue repartiendo al azar entre los chicos del instituto.
No era para menos, la chica que era guapísima, atrajo las miradas de todos los varones del lugar. Pepe, amigo de Franklin se da cuenta y va al encuentro del mismo.
—Ya te vi, chato, así que le quieres ir a la chinita.
—No me digas "chato", soy más alto que tú, y ella no es chinita.
—¿Cómo no va a ser chinita, no ves esos ojitos?
—También le miraste los ojos.
—No, compadre, no te me pongas celoso, sólo es para describir a la flaca.
—Es una chica interesante.
—Pero ¿has visto que Ernesto también le echó el ojo?
Ernesto había estudiado desde el colegio con Franklin y siempre tuvieron problemas entre ellos. Ernesto era el típico estudiante generador de bullying mientras que Franklin era quien resistía y no dejaba que se le hiciera. Un cascarrabias y un chico malo, se pelearon desde la primera vez, pero de alguna manera se llegaron a tener respeto. Pero ello también significaba que no se metían en el camino del otro.
Y esta vez sus caminos se volvían a cruzar. Y nuevamente era por una chica.
—Sí me di cuenta —replicó Franklin.
Empezaron las clases cada vez más largas, mientras Franklin y Ernesto enviaban miradas hacia la chica nueva, como queriendo descubrirla a través de los ojos, mientras ella iba muy concentrada con las clases.
Apenas terminó la hora, Ernesto se le acercó, Franklin ya lo había previsto y ni siquiera pensó en acercarse.
—Soy Ernesto, el rey de este instituto, necesitas un permiso de belleza para ir andando por aquí —dijo Ernesto completamente seguro de sí mismo
La chica sólo atinó a reírse mientras salía a comprar una bebida al maltrecho patio del lugar. Ernesto y varios chicos, entre los que se encontraba Franklin, la seguían y ella hacía parecer como que no se daba cuenta. Cuando se detuvo a comprar le dijo – Soy Sandra, estaba en el instituto de Congape y me he trasladado ayer.
—¡Qué hermoso nombre! ¡Sandra! —Pensó Franklin mientras se imaginaba las mil formas con las que podría sorprenderla jugando con su nombre pero mientras seguía alejado.
—Yo te invito Sandrita —le dijo Ernesto sosteniendo la bebida de ella
—No es necesario Emilio, estoy bien.
¡"Emilio"! Las risas fluyeron en la multitud, mientras que el mismo Ernesto no daba crédito a su oído. ¿Cómo había podido confundir su nombre? En todo este tiempo jamás le había ocurrido algo así con una chica y se le hacía casi impensable. "Yo soy el rey de este instituto" era su pensamiento claro y no podía tolerar que algo como aquella anécdota le quitara algo de autoridad.
—Ernesto —sólo atinó a decir esa palabra con una tenue voz y una mirada inquisidora.
Ella no se daba cuenta de nada, tomó su bebida y se retiró del lugar como si nada estuviera pasando. Luego volvieron a las habituales clases con un distinto docente al que los alumnos veían pasar como una sombra solamente hipnotizados en sus propios pensamientos, mientras se mantenía vívido el momento que acababa de acontecer ante sus ojos y había quién aún no terminaba de procesarlo.
Apenas terminaba la clase, Pepe se abalanzaba sobre su amigo Franklin.
—¿En qué andas pensando eh?
—No digas nada.
—Pero fue recontra gracioso, tu flaca lo dejó tonto al imbécil de Ernesto.
—Eso me preocupa.
—¿La reacción del tipo? Si está muerto con ella.
—No estoy tan seguro, creo que el orgullo le va más.
Mientras tonteaban conversando y como por arte de magia, se acerca la chica. Ella. La chica que había enamorado de un vistazo a la mitad de la clase. Y se le había quedado mirando fijamente.
—¿Tienes un minuto?
—Claro
Era casi un sueño, en su mente, la menuda y común chica se había convertido en poco menos que una diosa. Y ella lo había venido a buscar. "¿Le gusto? No lo creo" se repetía en sus pensamientos mientras la seguía hasta quién sabía dónde.
—Yo te conozco.
—¿Qué?
—No me recuerdas
—Pues...
—Estudiamos juntos en los primeros años de la primaria, estoy segura, eres tú... José.
—Mi nombre es Franklin.
—¿En serio? —Replicó sorprendida la chica— pero si son idénticos.
—No tengo parientes que se me parezcan mucho o alguno que se llame José.
—¡Lo siento! —Sandra estaba avergonzada.
—Está bien, debe ser la primera reacción al estar en un grupo desconocido, buscar a alguien que conozcas.
—Supongo que así es.
—¿No has notado a toda esa manada de lobos? Ven una chica linda y todos ya te siguen a todas partes.
—Hummm... Pues sí. Me pasaba lo mismo en el otro instituto. Yo no creo ser tan bonita, pero todos los chicos insisten e insisten con esa idea.
—Yo creoque sí lo eres, muy bonita. Debe ser algo difícil ya que no puedes pasardesapercibida.
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El Misterio de los Sueños Compartidos
FantasyEn el pueblo ficticio de Laye, la gente empieza a tener los mismos sueños, cada vez más extraños y cada vez más extensos. Los jóvenes de los colegios y los institutos locales empiezan a ganar más protagonismo en un extraño mundo en el que nada es l...