La negra y pestilente noche ahondaba en los anchos muros de Morganville. Los muertos danzaban por la morgue de la familia del conde. En ella, la sucesora de la familia, Ellianore y su mayordomo Friedrich seguían su investigación.
-"Hay en este mundo una consonancia de acontecimientos que pueden llevar a una mente enferma a destruir su existencia. Pero, peor sería que no destruyese su vida sino que desmembrara, parte a parte la de los demás."-recitó Ellianore-.
-Dignas palabras- dijo Friedrich mientras traía el siguiente cuerpo al que realizarían la autopsia.
Friedrich colocó el cuerpo encima de la nueva camilla mientras Ellianore comenzó a colocar los bisturíes. Después, Friedrich comenzó a leer los datos del paciente. Este era el 121 de la semana.
El cuerpo pertenecía a un varón de cuarenta y pocos años, de apariencia ruda. Sus manos daban a conocer que había trabajado duro con ellas, quizás fuera alfarero o granjero. Mientras daban a conocerse las causas de su muerte, quizás un ahorcamiento por las marcas que acaecían en su cuello, propias de una cuerda de unos cinco centímetros de diametro. Bisturí en mano, Ellianore empezó a abrir el cuerpo.
El bisturí comenzó a surcar desde la parte baja del abdomen hasta el esternón del cuerpo donde se detuvo. Dentro, las vísceras comenzaron a verse. Poco a poco, Ellianore siguió cortando con el bisturí la carne hasta que pudiesen verse completo las vísceras. Estas fueron extraídas sin mucha demora. Los órganos fueron extraídos con más cuidado. Servirían para los experimentos.
La tarea fue desempeñada sin muchas dificultades mientras las horas nocturnas seguían su curso. Después de ello, comenzaron su verdadera tarea.
Examinaron uno por uno todos los órganos extraídos del paciente 121. Extrañamente parecía el más común. Un granjero que por motivos desconocidos murió por falta de oxígeno en los distintos y con lo cual, ahorcado.
-Demasiadas personas ahorcadas sin motivo aparente- dijo Ellianore.
-No solo eso, sino suicidios me atrevería a decir- aclaró de forma frívola Friedrich, que en esos momentos examinaba las manos de los sujetos- Los restos de las manos apuntan a que ellos mismos portaban las cuerdas.
Aprovechando el momento una rata que se encontraba dentro de la morgue, se atrevió a escapar con algún miembro de un paciente al que mejor hubiese dejado en paz. La bolsita que llevaba en el hocico pertenecía al paciente 123 el cual, aún no habían hecho la autopsia. El pequeño roedor se movía grácilmente por la morgue buscando el hueco que le daría su apreciada libertad para terminar su trabajo y llenar su barriga con lo que quisiera que hubiese dentro de aquella bolsita. Pero dado el trabajo que acaecía en aquel momento a Ellianore y Friedrich, la menor de las perdidas significaría el fin del caso en el que estaban metidos.
Cuando el intruso de la sala encontró un cobijo donde comer el delicioso manjar que había encontrado, Friedrich lanzó con precisión uno de los bisturíes que Ellianore depositó en un pequeño cubo. En décimas de segundo se insertó en las costillas del pequeño animal y este se topó con la fría pero dura visita de una amiga de aquellos parajes, la muerte. Derramó un pequeño charquito de sangre y mientras el animal daba los últimos alientos de vida, Friedrich retiró aquello que portaba en su boca y que arriesgando su salud había intentado llevarse.
De repente, como última agonía del animal este le insertó los dientes a Friedrich, y recobrando sus últimas fuerzas salió malherido por el pequeño agujero que le dio su huida.
Friedrich se quedó atónito ante ese último suceso. Cuando fue a recoger la bolsita vio que el animal se había llevado lo que había dentro, pero solo la carne. Recogió todo lo demás y se lo llevó a Ellianore.
De nuevo dentro de la morgue, Friedrich entregó a Ellianore las pertenencias que el pequeño animal había robado, pero sin contarle lo sucedido con este.
-Las heridas se pueden infectar, mas viniendo de una mordedura de un roedor- dijo Ellianore sin tan siquiera volverse.
