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— Abuelo, no te preocupes. Volveré a hablar contigo.

Mi voz había salido dañada, dolida, desesperada. Quería volver a hablar con el único que tenía derecho a ser mi figura paterna. No un hombre que manda cuatrocientos dólares al mes. Mi abuelo significa todo para mí, el único que sabe sobre mi don y el único que me ha apoyado durante toda mi vida. Él jamás me juzgó, él jamás me criticó por mis decisiones. Si tan sólo hubiera sabido sobre los problemas de su corazón. Todo es mi culpa. Yo hubiera podido cuidarlo, yo hubiera tomado medidas en el asunto, yo hubiera...

— Deja de atormentarte de esa forma, Dakota. No es bueno para ti— la voz de mi madre me hace hervir la sangre.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté al borde del colapso — Tú ni siquiera tienes el derecho de llamarte su hija.

— Te guste o no, soy tu madre y merezco respeto.

Odiaba ese tono hosco y ostil casa vez que hablaba.

— ¿Respeto? — reí sin humor — Tú no tuviste respeto por tu padre. Querías que se muriera lo antes posible para que te quedaras con su fortuna. Querías mandarlo al asilo, sabiendo que él no quería. Te aprovechabas de él por su vejez, eres de lo peor. No me pidas respeto, madre.

— Dakota — habló serena — Entra al auto, ahora— demandó.

— Iré caminando.

— ¡Deja de ser una niña malcriada y entra al auto, ahora!

Me paré furiosa, dejando de ver la lápida de mi abuelo y giré sobre los talones mandándole una mirada fría. No quería armar una pelea frente al abuelo.

— Madre — intenté hablar serena — No aquí. No frente a mi abuelo.

— Entonces, obedece. Si tú no me haces caso, haré que eso — señaló su lápida—, desaparezca. ¿Me oíste?

— ¿Cómo puedes ser tan...— simplemente no había palabras para describirla. No puedo creer que ella sea mi madre.

Sin decir ni una palabra más, me dirigí hacia el auto negro con lunas polarizadas. Ella subió azotando la puerta y no me dirigió la palabra en todo el camino.

*  *  *

— Que perra tu madre. ¡Ay, lo siento! Pero es que me da unas ganas de agarrarla de los pelos y hacerla comer caca— exclamó mi mejor amigo— ¿En verdad quizo querer desaparecer la tumba de su propio padre? ¡Esa perra está loca!

Tal vez, cualquier hijo normal se molestaría al escuchar esas profanidades en contra de su madre. Pero la realidad es otra. Mi madre no es normal y yo tampoco soy una hija normal, por lo cual no me importa si hablan mal de ella. Después de todo, lo que dice Luis es verdad. Es una perra y no me duele decirlo, ni pensarlo. No cuando es la maldita verdad.

— Solo quiero cumplir la mayoría de edad y largarme. No me importa su cochino dinero. Por su culpa, mi padre nos dejó.

Admito que estoy resentida. Resentida, cansada y harta de todo. Muchas personas piensan que soy la chica con la vida perfecta. La chica millonaria que vive de lujos y excentridades. Hijita de mamá y papá. Si tan sólo supieran lo cruel y despiadada que es mi madre. Por su culpa, papá se fue y él quedó sin nada. A pesar de tener mucho dinero, ella lo obliga a depositarnos dinero cada mes. Cuando cuatrocientos es como un dólar para ella. Simplemente lo hace para joderle.

Por su ambición de poder, nuestra familia se destruyó y mi abuelo era mi único salvavidas, pero ese salvavidas se desinfló y ahora estoy tratando de no ahogarme.

Invocados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora