EL MAESTRO DEL SEXO

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Semanas después, llegó la hora de llegar a casa, y mis papás no estaban.
—Quizá salieron a comprar la despensa —Le mencioné a Ross mientras metía mis maletas.

Ross no dejaba de sonreírme y puesto a eso, mis mejillas se empezaron a ruborizar, tanto que ya las sentía muy rojizas.
—¿Qué pasa? —Pregunté
—Eres perfecto.

Ross me besó y comenzó a tocarme el cabello, duramos unos minutos, hasta que Ross decidió tomar el siguiente paso.
Poco a poco, subimos a mi habitación y Ross seguía besándome, cada vez más intenso. Poco a poco fuimos sacandonos la ropa hasta quedar en boxer, el pene de Ross parecía una roca y yo tenía miedo al terminar arruinando el momento.
—Ross, tengo miedo —Él no dejó de besarme y contesto entre dientes
—Yo te amo tal cuál, así que no temas

Poco a poco me dejé llevar, pero Ross parecía un profesional. Dejé que él tomara el control de la situación, y así fue como todo comenzó. Ross empezó a besarme el cuello y después de eso, terminó por ir bajando lentamente. Tenía miedo a que me practicara un oral, pero lo dejé y cuando llegó mi momento, bajé hasta que llegué a su miembro erecto.
Poco a poco metía su enorme polla en mi boca, pero jamás calculé el tamaño pues en la tercera ocasión que intenté meterla toda en mi boca, me ahogue.
Ross empezó a colocarme a modo que mi culo quedará bien levantado, y de pronto sentí un líquido turbio por mi ano, era algo raro y cuando Ross mencionó que era solo saliva, lo dudé por un momento. Poco a poco fue pasando su lengua por todo mi ano, y eso me hacía sentir muy incómodo, pero poco a poco empecé a sentirme excitado. Sabía lo que se venía y decidí relajarme.
Ross me susurraba cosas al oído, y eso me hacía ponerme cada vez más caliente. Al final mencionó que estaba feliz de haber sido mi maestro y que está lección era una de las más importantes. Ross metió su enorme verga en mi ano, y al principio, sentí como se desgarraba, un dolor infernal, pero al mismo tiempo, no pedí que parara. Ross terminó con mi virginidad.

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