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Odiaba las risas de ese hombre y esa mujer, más que todo de ellos, odiaba sus risas.

—mocoso inútil, levántate y limpia esto. — el más alto de esos dos le pateo los restos del plato cuando iba a tomarlo y se fue riendo. La mujer solo se fue entre las mismas risas.

Sus manos eran pequeñas y estaban lastimadas por hacer tareas muy pesadas sin descanso, siendo menos que un pobre sirviente.

—YiXing, para, yo lo hago. — un niño más alto y de cabello rojo, detuvo sus manos y se encargó de recoger los pedazos rotos de cerámica.

—pero tus manos están heridas. — respondió tomando una de las manos vendadas del pelirrojo. —estuviste golpeando madera de nuevo. — afirmo mirándolo con reproche.

—no puedo evitarlo, debo ser fuerte para poder sacarnos de aquí. — el niño más grande le tomo de la mano y lo llevo a un cuarto oscuro y con una sola cama. —vamos a dormir, mañana vendrán los otros cerdos y tendremos mucho trabajo.

—quiero irme pero no antes de hacerlos pagar. — murmuro con odio, enterrando su rostro en el pecho del pelirrojo. —quiero que ardan hasta ser carbón.

—lo harán, te lo juro. —le acaricio el cabello hasta que se durmió, impidiéndole ver la sonrisa retorcida que puso el otro desde la mención del fuego como arma de asesinato.


YiXing fue el nombre que le pusieron desde que tiene razón. Cuando llego, ChanYeol ya estaba ahí y este le explico lo único que debía entender:

—te robaron, somos sus esclavos hasta que tengamos edad para otra cosa.


ChanYeol era el hijo legítimo de ese par de escoria, ocho años mayor que YiXing y con una extraña fascinación por el fuego. La madre de Yeol fue la que le heredo el intenso color en su cabello mientras YiXing ignoraba de quienes había heredado cada color de ojo.

Ese era otro motivo por el que los mayores lo insultaban: sus ojos.

Desde pequeño aprendió a dejar de llorar y pedir que no lo lastimaran, todo a base de golpes y gritos. A sus escasos siete años era más arisco que un anciano y ya había visto el asesinato de cinco personas a manos de sus "padres" y todo por algo que odiaba igual que a ellos: dinero y drogas.

Aquel hombre y aquella mujer eran un despreciable par de adictos que se metían de todo, robando y matando para conseguir cada vez más.

Como los odiaba...


A mita de año para cumplir ocho, la droga se les acabo a los adictos y cuando su proveedor los visito para cobrar una vieja y gran deuda, le encontraron el otro uso del que le hablo ChanYeol.

—denme al niño y les perdono toda deuda. —ofreció mirándolo con lujuria. YiXing ya sabía identificar los deseos lujuriosos y desde que sus captores le empezaron a comprar a ese hombre, la noto hacia él. —es más, si me lo entregan mañana por la noche, les traeré algo bueno para pasar el rato.

Sintió la bilis subirle por la garganta cuando el degenerado se lamio los labios mirándolos y el par drogadicto asentía prometiéndole que se lo tendrían listo y limpio.

El hombre se marchó después de que sus captores golpearan a ChanYeol al intentar oponerse al acuerdo, nada los haría cambiar de parecer. O eso creyó.

M| EM *[KrAy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora