14- Miráme a los ojos.

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•Gabo

—¡Martina!— Le llamo,  intrascendente camino hacia ella.

—¿Podemos hablar?— Pregunto serio. —A solas.— Agregué para que sus amigas pudieran dejarnos.

Ellas se fueron.

—¿Qué querés?— Pregunta de manera relajada. —Se que fuiste vos.

—¿Qué?— Dice muy confundida. —Disculpa ¿A qué te referís?

—No mientas Martina, sé que fuiste vos la que envió el mensaje amenazándome.

—Gabo, en serio no sé de qué hablas. Deja de acusarme, no tenés pruebas.

Nego con la cabeza muy molesto. No voy a dejar Martina se salga con la suya.

—Te juro que no vas a lograr nada haciendo esto.— Me paro de la banca.

—¡Dejá de decir eso! ¡No sé a qué te referís! En serio.

Ya no le digo nada de tan enojado que me encuentro. Estoy seguro de que voy encontrar pruebas. Sé que fue ella.

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Ha pasado una hora desde que fui con Martina, y no se me ocurre una manera de probar que fue ella, porque los mensajes vienen de un número desconocido. Todo esto me parece muy raro, y lo peor es que no puedo contárselo a nadie.

Estoy sentado en las gradas del gimnasio de Voley, releyendo los mensajes, a ver si puedo encontrar alguna prueba.

En eso, escucho unos pasos acercándose a mi lugar. Se trata de Lorenzo.

—Hola Gabo.— Me saluda sonriente. —Hola.

Guardo mi celular.

—Te estuve buscando por todo el IAD para decirte algo muy importante.— Comenta muy entusiasmado.

—¿Qué pasó?

—Bueno, pensé que si queremos ganar ese partido amistoso, debemos estar muy bien entrenados y se me ocurrió que tal vez podamos ir a entrenar después nosotros dos ¿no?

Ya se, olvidé decir que Francisco nos avisó que habrá un partido amistoso contra los minotauros y bueno Lorenzo... Lorenzo es Lorenzo, siempre quiere ganar aunque se trate de un partido no tan importante.

La advertencia del mensaje sobre qué debo alejarme de Lorenzo, regresa a mi mente.

—No... No puedo, no creo que sea bueno ir los dos solos.

El número nueve me mira confundido.

—¿Qué? ¿Por qué no? ¿Te encuentras bien?

—¿Yo? Si... Solo que.....— Mi mente entra en un fuerte conflicto sobre si decirle o no a cerca de los mensajes.

No... Mejor no.

—Nada, no tiene importancia.

—Gabo, mírame a los ojos.— Hago lo que pide.

—Ya sé que apenas estamos empezando a llevarnos bien y que tal vez no me tengas la confianza necesaria...

Dios, nunca pensé que diría esto, pero sus ojos son lindos.

—Pero necesito que este Gabo.— Pone su dedo incide en mi pecho. —Este listo para ganarle a los minotauros, y no se distraiga con nada más. ¿Okey?

Asiento con la cabeza.

—De todos modos.... Si quieres contarme que te pasa... Yo, puedo, ayudarte.— Propone tímido.

En la cancha | O11CEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora