Capítulo Tres.

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—¿Y bien? —preguntó Alice, observandola bajar del ducto de ventilación. Mae bajo ágilmente y con un batir de alas, estaba en el suelo.

Se limpió el polvo de los pantalones.

—La líder Amazona murió. Ahora Stephenie ocupa el lugar de Rosemarie.

Alice se paralizó, incrédula.

—¿Qué?

—Murió —chasqueó Mae—. Pero no por causas naturales, fue asesinada. Le quitaron el corazón.

La mano de Alice fue a parar en su boca, con la misma reacción de Mae.

—Madre Luna—dijo, tapándose la boca en horror—. Pobre.

—Sí —murmuró Mae. Negó con la cabeza—. Aún no saben quién está cometiendo los crímenes. No saben si es humano o si es una sublevada, no tienen la menor idea. Pero es obvio que saben algo de la muerte de Eunice y no quieren decirlo por alguna razón.

Alice se sentó en la cama, luciendo devastada.

Hizo una pausa antes de hablar.

—Mae —se mordió el labio inferior—¿Y si de verdad murió por causas naturales?

Mae recogió sus zapatos y se los puso. Habló con tono cansino. La verdad es qué estaba un poco borde por toda la información recibida.

—Puedes creer lo qué quieras, Alice. Pero yo sé qué la asesinaron.

Alice enrojeció, haciendo una mueca.

—No decía eso. Es sólo qué si el consejo dice eso... ni Grace, ni Amarantha ni la Señora T nos mentirían ¿cierto?

—Grace nos mentiría si es necesario. Amarantha nos mentiría para no preocuparnos—Mae se miró en el espejo. Su cabello rubio iba en todas direcciones y sus ojos verdes tenían unas ojeras gigantes. Lucía cómo el infierno—. La señora T probablemente sería la asesina.

Alice miró al techo y suspiró.

—No sé qué pensar. —susurró.

Mae la miró directamente.

—No necesitamos pensar nada. Investiguemos.

La pelirroja rascó su cuello ansiosamente.

—Iré a buscar a Raquel. Después de desayunar, tenemos qué ir al colegio. Cuando lleguemos de nuevo, podemos discutir esto y atar cabos o lo qué sea qué hagan los detectives.

—Ujum. Nos vemos en el comedor.

Saliendo de la habitación de Alice, Mae se dirigió a la suya. No podía creer qué el Consejo les ocultará eso. Había tantas preguntas qué Mae quería hacerles, pero una era la más importante: ¿Por qué? ¿Por qué les ocultaban ese tipo de información? ¿Ocultaban más cosas?

Mae se estremeció ante ese último pensamiento.

Cuando llegó a su habitación, se metió en el baño, quitándose la ropa. Aún recordaba las palabras de la Eunice del sueño. No tuve elección.

Los ojos de Mae ardieron y dio un suspiro tembloroso, dejando su camiseta en el lavamanos. Eunice era tan buena y dulce. Era mayor qué Mae por dos años, pero Mae la consideraba su mejor amiga.

No podía borrar de su mente la manera en qué había oído la conmoción fuera de su habitación esa horrible noche, cuando había salido al pasillo y se había encontrado a un puñado de chicas gritando y chillando frente a la puerta de Eunice. Cuando Mae se acercó, en el fondo lo supo de inmediato. Se hizo camino a codazos y empujones, tratando de verla, tratando de convencerse de qué Eunice no era la que estaba allí. Y casi se lo creyó... hasta qué la vio.

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