Capítulo Cuatro.

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Mae ni siquiera sabía dónde estaba, sólo supo qué una vez se había alejado de la vista de los humanos, cayó de rodillas al suelo.

Gritó cuando sus alas salieron sin su permiso, formándose fuera de su espalda. Temblorosa, Mae miró sus palmas cubiertas de sangre, sus garras saliendo a la superficie.

Esto era lo qué pasaba cuando se convertía sin querer serlo, cuando su verdadera forma se salía de control. Desde pequeña le dijeron "Existen dos tú: tú forma humana y tú verdadera forma. Para ser una Sierva con éxito, tu forma humana y tu verdadera forma deben convivir juntas, aceptarse y trabajar en equipo. Una vez el balance se desequilibra, tu cuerpo humano verá las consecuencias de tu verdadera forma y tu verdadera forma sufrirá las desventajas de tu forma humana."

Mae no lo entendió en ese momento, pero mucho después, cuando fue lo suficientemente mayor y consciente de su ambiente, lo hizo.

Siendo humana, sufría al ser Sierva: devorar corazones y la constante sensación de perder el control. Siendo Sierva sufría al ser humana: la culpabilidad, la tristeza y más qué todo, el anhelo de  ser normal. Era cómo vivir en el medio de todo, pero al mismo tiempo en un nada. No eres humana y mucho menos eres una Sierva por completo. Eres... Un Monstruo fuera de control. Y tienes qué controlarlo, someter a tus propios instintos y deseos primitivos.

Desafortunadamente, a pesar de tantos años de entrenamiento, Mae aún no era muy buena controlandose. Y cuando lo lograba... No era agradable.

El pecho de Mae subió y bajó cuando trató de no convertirse por completo. Si lo hacía, le costaría disimular aún más: con sus cuernos gigantes, con sus ojos de cuervo, sus colmillos afilados y en su piel espirales tan negros cómo el petróleo, era un poco difícil pasar por humana. Pero aún el olor de Evan permanecía en su nariz, tan fuerte qué casi podía saborearlo. De sólo pensar en él...

Las garras de Mae se clavaron en la tierra.

Nunca había sentido tanta hambre en su vida; jamás había querido tanto convertirse en su verdadera forma. Quería gritar porqué él hambre seguía allí, tan fuerte, latente y doloroso qué quería echarse a llorar. Se le hizo casi imposible no levantarse e ir a buscar a Evan y... Y...

Y asesinarlo.

Mae gimió y se acurrucó en una bolita en el suelo, agarrándose el estómago. Sus alas se reacomodaron con un suave plaf contra el suelo y poco a poco se fueron desapareciendo, adaptándose de nuevo a su espalda. Sus garras eventualmente también lo hicieron, pero la sangre perduró. Cuando estuvo segura de qué podía hablar, llamó a Alice.

Contestó al tercer repique.

—A...lice. —dijo con dificultad.

—¿Mae? —preguntó ella. Su voz se llenó de preocupación— ¿Dónde estás?

Mae pudo haberle contado dónde estaba, qué había pasado, pero él dolor era simplemente demasiado. No recordaba qué alguna vez el hambre le hubiera dolido tanto, excepto cuándo recién había llegado a la Arboleda y se había rehusado a comer.

Así qué sólo dijo antes de echarse una siestecita:

—R-rastrea mi celular.

Cuando despertó, Alice agitaba su hombro. Su rostro estaba arrugado en preocupación y lágrimas estaban en sus ojos, sin caer. Cuándo las pestañas de Mae aletearon, alertandóla de qué estaba viva, Alice se las limpió rápidamente y puso su mejor cara enojada.

—¿Se puede saber qué mierda hacías en medio del bosque, Macarena?

La mano de Mae impactó contra el rostro de Alice perezosamente.

Eclipse Lunar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora