La vida le parecía un video musical al ir caminando con los audífonos puestos, sus manos en los bolsillos y el aire que golpeaba su rostro le hacían sentir que podía hacer cualquier cosa, dominar cualquier reto, vencer el obstáculo más difícil; su sensación de confianza iba en constante aumento al ir andando por la calle.
Su parte favorita, subió el volumen justo en ese instante mientras meneaba la cabeza de forma tenue, así hasta que la canción poco a poco llegaba a su final y él llegaba a su destino.
De pronto, la seguridad que parecía imponente e indestructible se cayó a pedazos nada más cruzar la puerta principal de aquel edificio tan enorme; todo de un color blanco inmaculado y un olor característicamente desagradable para su gusto.
—Hospitales... como odio este lugar —expresó en voz baja mientras retiraba los audífonos de sus oídos y se acercaba a hablar con una trabajadora.
—¿Puedo ayudarte en algo? —cuestionó la mujer.
—Sí, tengo una cita programada para una toma de sangre con el doctor Oak —Ash buscaba entre su mochila el papel de dicha orden—. Tan solo encuentro el...
—El doctor Oak no se presentó el día de hoy.
—¡Que?, pero, eso significa que no tomaran mi sangre y puedo irme, ¿verdad?
Sus ojos se abrieron grandes y con suma esperanza, sabía muy bien que debía hacer la prueba médica, pero aborrecía tanto esas situaciones que no le importaba dejarlo pasar por alto.
—No para nada —sonrió forzada—, otro doctor te atenderá en su lugar. Toma asiento en la sala por lo mientras.
Finalmente encontró la orden entre sus cosas, algo disgustado la entregó y dio la vuelta a buscar el primer asiento que se viera menos desgastado.
Apenas estuvo sentado cubrió sus oídos con los audífonos, quizá de ese modo el tiempo le resultaría más rápido y cuando menos se diera cuenta ya estaría tranquilo y relajado en su casa.
A pesar de que la música sonaba, la tenía a un volumen generoso para que pudiera escuchar cuando llamaran su nombre, generando que aunque él no lo quisiera, las conversaciones de las demás personas se filtraran y alcanzara a escucharlas.
En la que más ponía atención era en la de un pequeño niño, que discutía y trataba de negociar con su padre para que se fueran de ahí sin que lo inyectaran, ofreciéndose a guardar el secreto de su madre y que nadie saldría lastimado en la operación. Muy listo
No podía evitar que aquel niño le recordara a él en su infancia, cuando intentaba convencer a su madre de no asistir al doctor prometiendo vagamente ser el mejor hijo del mundo.
El tiempo iba pasando, nuevas personas llegaban a sentarse, así como otras se iban retirando, el sueño empezaba a atormentar al azabache que hacía el mejor de sus esfuerzos por mantenerse despierto cuando a lo lejos escuchaba tenuemente su nombre.
—¡Yo, yo soy Ash Ketchum! —expresó fuerte al tercer llamado levantándose de un salto.
—Sígame por favor —dijo la enfermera.
Quitándose los audífonos de la cara y frotándose el cabello asintió acatando la orden. Caminó detrás de la enfermera tratando de no perderse entre tantos pasillos que le resultaban exactamente igual, era un laberinto en su cabeza.
Séptima, la séptima puerta del segundo piso fue en la que se detuvieron por fin, Ash tragó grueso al momento que se abría y le invitaban a pasar.
—Joven Ketchum, mucho gusto —saludó cordial la mujer frente a él. Por su parte la enfermera se retiró
—Mucho gusto, doctora, ¿Júpiter? —Ash tomó asiento frente al escritorio.
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Anestesia.
FanfictionY en un determinado e imprevisto momento, alguien llega para transformar el sentido que tienes de las cosas, para absorberte en su aroma y hacerte superar cualquier impedimento con tal de estar cerca, de estar juntos. Dedicado a Saku Zala, ¡Feliz Cu...