Única parte

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Dedico esta historia corta como regalo de cumpleaños.

¡Mi Dongsaeng, feliz cumpleaños!

Las hojas en los arboles ya no existían, las ramas solo vestían la fina nieve que caía por sobre la ciudad, algunos troncos se adornaban por las brillantes luces navideñas, puesto que la navidad solo se encontraba a solo unos días.

Las risas como la felicidad pura, flotaba a través del aire que rondaba por las calles, las personas con paquetes colgando de sus manos abundaban en las tiendas, la esperanza y aquel brillo de alegría le daban ese toque a esa fecha.

Cosas como la felicidad de esa época era lo que le gustaba retratar en sus fotografías. Una vez más su dedo presionó el botón para capturar una escena, que para él, era emoción espontánea.

Sus ojos ahora se movieron con lentitud a un gran roble viejo, ubicado a mitad de la plaza, lleno de adornos y luces, como si fuese un árbol de navidad. Con su atípica sonrisa disparó en dirección a él, guardando la imagen en su cámara. Satisfecho por sus nuevas adquisiciones en su aparato, se acomodó su abrigo azul y emprendió el camino a su hogar. Las bolsas de plástico resonaban colgadas de su muñeca, puesto que, en ellas traía lo que Hoseok le había pedido que comprara hace un par de horas atrás, pero como era costumbre Taehyung tardaría en volver. Su pasatiempo favorito era el tomar fotografía a lo que, para el muchacho de mechitas verdes, pareciese arte y digno de contemplar por cualquiera. 






La llave se introdujo en la cerradura de la madera blanca que indicaba que era la entrada al departamento que compartía con su pareja. Se adentró en el hogar y con su pie, cerró la puerta. 

 —¡Hoseokkie, ya estoy en casa!—vociferó quitándose su abrigo.

Nadie contestó a su saludo.   

De inmediato caminó hasta la cocina, dejando en una de las encimeras las bolsas junto a los demás encargos que no habían sido desempaquetados, algunos era del día anterior, otros de días pasados de la semana, ya que, el polvo como el color indicaban que se estaban haciendo viejos, al igual como el mal olor que provenía de ellos.

Con sumo cuidado quitó su cámara de su cuello y la dejó en el escritorio que adornaba la sala, suspiró relajando sus hombros mientras sus manos se colgaban de su cintura, sus ojos recorrieron la casa con delicadeza, debía limpiar el lugar. En uno de los sillones colgaba una prenda de Hoseok, la tomó entre sus amplias manos como el objeto más preciado, a su olfato le llegó ese olor natural del mayor, ese aroma que adoraba por sobre todas las cosas, algo tan familiar pero que aun así hacia revolotear su corazón con creces. 

La dejó exactamente donde estaba, colgándola del sillón. Caminó hacia la habitación de ambos, la puerta estaba abierta y con sigilo, el rechinido de las bisagras se hizo presente. Lo encontró allí, en la cama, recostado con profunda paz. No perdió oportunidad y buscó una de sus otras cámaras, una reliquia que sacaba las imágenes instantáneamente.

Posicionó el objeto como se le había enseñado y buscó algún ángulo que le gustase.

Aun que en su mente, todo lugar que apuntase a Hoseok, para el sería la mismísima expresión de arte en una fotografía. Con una sonrisa alegre o su cabello despeinado, desnudo a la luz de la luna o iluminado por el sol del verano, todo factor le hacía juego con su persona favorita en este universo, todo iba acorde a ese cuerpo que se movía tan poéticamente por la superficie de esta tierra.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2020 ⏰

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